lunes, 26 de octubre de 2015

Capítulo : 17º : ¡A la Batalla!

7:30
Hemos dormido tranquilamente en el campamento. Cama buena, calefactor en el barracón... Como si todavía estuviéramos en la instrucción. Estamos todas las unidades alrededor de una especie de escenario. En él se sube un oficial de alto rango. No distingo su insignia, pero es de los que mandan lo suyo… Inspira fuertemente y empieza su discurso.
-Soldados; nos encontramos ya en un punto de no retorno. La guerra ha llegado ya a un punto donde todos los pequeños movimientos sin importancia pueden destruirnos. Así que hoy. Queridos camaradas, marchamos sobre Lérida. La ciudad se encuentra deshabitada i vagamente ocupada por pocos resistentes. El objetivo es entrar en la ciudad y destruir estos pequeños contingentes. Preparad el material de combate. Solo armas y munición. Dirigiros a sus sub oficiales para más información. Esta noche cenamos en Lérida.

8:55
Estamos todos agrupados delante de las puertas. Mi pelotón será uno de los primeros en entrar en la ciudad, según me han comentado mis superiores, hemos demostrado suficiente valor coraje y ganas, así que: podemos ganar fama y orgullo, o esta noche puede que nos hundamos en un sueño profundo y sin escape posible.

9:15
La ciudad parece tranquila. Estamos a unos 500 metros de las primeras ruinas. A nuestra derecha se encuentra otro pelotón avanzamos al trote por los laterales de la autopista. A la lejanía distingo algunos coches quemados en forma de barricada. Empezamos a correr más rápido. Llegamos a los coches. Nos dividimos en dos grupos. Mis chicos, montan la metralleta pesada sobre uno de los coches, mientras las chicas se apuestan al lado de ellos con los rifles apuntando hacia delante. El segundo grupo avanza hacia la inmensa selva de cemento y ladrillo. Nos hacen una señal y salimos de nuestra cobertura.

10:00
A la lejanía se oyen unos gritos. Carreras y sonidos metálicos. Nos apartamos hacia los lados para estar menos expuestos a un posible fuego enemigo. Gabriel  y Martin suben a un piso y se apuestan en una ventana para tener un ángulo fácil. El resto avanzamos. Gabriel grita -¡Fuego!-
Y abre fuego contra unos soldados que salían de la esquina más cercana. Disparan pocos antes de caer todos, desplomándose inertes.
-¿Alguien herido?- pregunto yo. Nadie responde, y en el silencio de la muerte nos adentramos en la ciudad.

11:00
Vemos al girar una esquina una posición de soldados. Todos apuntando hacia nosotros. Me quedo quieto. La sangre se me hiela. Disparan una descarga. A mi alrededor la gente ha caído. Se oyen gritos.
-¡Médico!, ¡Medico joder! Reculo hasta la esquina. Allí por suerte me encuentro a Joan, Judith, Marta, i todos mis amigos. Susurro las ordenes y todos asienten. Giramos la esquina y disparamos. Todos. Los atrincherados responden. Avanzo. No paro. Mi celebro no racionaliza. Dispara, carga dispara carga. Sacar cargador vacío, mano a la cintura sacar pistola disparar hasta vaciar el cargador. Cargar armas. Disparar avanzar. Llego hasta la barricada. Agarro mi fusil y reparto culatazos. Giro el fusil y disparo a quemarropa, me giro y vuelvo a disparar. El cargador vuelve a estar vacío. Pero ya no hay nadie. Me giro hacia mis compañeros. Les hago señales para que avancen. Pero algo no cuadra. En la calle no hay nadie de pie. Solo queda Judith. Se tambalea y cae al suelo. Corro hacia ella. Y le agarro la cabeza. Tiene un balazo en el pecho izquierdo. Le intento parar la hemorragia. No da resultado. Es una herida mortal. Le beso en la boca antes de su último suspiro. Sonríe antes de susurrar con su último aliento un mortal:
-Te quiero-

 La suelto y le cierro las pestañas. Me siento al lado de su cadáver mientras las lágrimas me resbalan por las mejillas. Oigo un disparo y siento una sensación extraña en el pecho me llevo la mano hacia el punto donde se haya tal sensación. Está manchada de sangre. Me miro el pecho, un balazo limpio. Miro delante y hay un voluntario enemigo. Esta temblando, miro a Judith y le cojo la mano y susurro: -Yo también.- me derrumbo, y todo es oscuridad...




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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Capitulo : 16º : Judith

Judith (Des de que nos alistamos.)

Arun me contó que se iba a alistar. Así que me voy a quedar solita. Me gusta ese chico. Tiene unos ojos bonitos. Una pena que siempre que intento hablar de algo serio con él empieza a hacer tonterías con ellos. Supongo que me pasare pos la casa donde estábamos. Recogeré mis cosas y volveré.

12:00
La casa parece ocupada todavía. Hay luces encendidas y ollas en el fregadero… Voy examinando las habitaciones una a una… de repente me encuentro a Anna en la habitación donde dormía.
-¿Anna?-
Ella se gira.
-Pensaba que habías ido con ellos…- digo yo
-Yo también, pero de ti claro- responde Anna
Pues ya que no estaré sola podría quedarme aquí a vivir. La casa es grande i tal… podríamos vivir bien una temporada.
-Creo que me quedare por aquí. A vivir digo… Ya sé que después de desaparecer intencionadamente no es lo más adecuado y entendería que no me dejaras, pero… Mi antiguo piso tiene la puerta derribada…-
-Si vale quédate…- Dice ella.


Y así pasaban los días. Sin ninguna noticia en especial. La tele y la radio volvían a funcionar. Decidimos tapar los agujeros de bala que había en las paredes. Pintar la casa. Hacer de ese sitio un lugar habitable. Hacer nuestra casa.

3 semanas después:
Queridas Anna y Judith. Supongo que estaréis viviendo juntas. Si no, Anna haz llegar también esta carta a Judith. Supongo que seguiréis viviendo en la casa donde vivíamos antes. Nosotros estamos en unos campos de entrenamiento cerca de los pirineos. No sabemos exactamente donde… Vamos a ser paracaidistas. Saltaremos des de aviones cargados de cositas para volar sesos y expandir la revolución. Aunque hora que lo pienso… ¿Tampoco suena muy bien no?
Bueno ya nos veremos. En este mundo o en otro.
ATT: Arun , Gabriel, Marta, Martin y Joan
P.D. : En unos días estaremos en Lérida. Aproximadamente en un mes y medio o así.

No había remitente, así que no respondimos.

9 semanas después de la primera carta.
Queridas Anna y Judith.  Ahora mismo estamos cerca de Lérida. Hay una escasa resistencia de soldados del ejército que nos ha intentado y ha conseguido apresar unas cuantas veces. Pero exceptuando esto entre el grupo que somos  hay bastante buen rollo. Podéis venir. Somos unos 28- 29 contándome a mí. Estaría guai teneros cerca. Os mando las coordenadas detrás de la página.
ATT: Los 29 del bosque.
P.D. : si venís traernos algo de municiones y armas. Vamos un tanto cortos. Nos iria de maravilla.

12:45 (Mismo día que la carta)
Ya lo hemos preparado todo. Tenemos uniformes, armas y municiones. Subimos todo a un autobús y me dispongo a pagar al conductor. Mira mi placa. Y dice:
-Servicio gratis para combatientes. ¿Dónde vais?-
Le señalo el mapa y nos lleva. El viaje se ha hecho cansado, pero poder volver a ver a Arun recompensa.



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No sé si en el capítulo anterior lo leísteis pero Judith estaba conmigo así que he aprovechado hoy para escribir su historia.


viernes, 25 de septiembre de 2015

Capítulo : 15º :Campamento

10:35
Ya han pasado cuatro meses des de que todo empezó. Lo que empezó como una revuelta de obreros en una plaza con una supresión policial brutal. Lo que derivó de aquella opresión a una tomada de poder por el pueblo. Lo que fue una toma de poder se convirtió en un nuevo orden social. Lo que se convirtió en guerra. ¿Se convertirá en algo? Llevamos más o menos un mes en un bosque cercano a Lérida he encontrado a todo mi pelotón y hemos reunido una pequeña fuerza de 30 chicos, todos adolescentes que decidieron salir a la calle y tomar las armas pos que creían en el nuevo orden. No hay rastro del supuesto ejército de liberación que los anarquistas prometieron. O se esconden muy bien o no existen. Primero creíamos que era la primera. Ahora solo Judith y yo tenemos esperanza.
Se oyen ruidos des del exterior. Voy a ver qué pasa.
Hay un explorador pálido y sudoroso que se agarra a su fusil como si se fuera a disparar solo en cualquier momento.

10:40
Por fin el explorador que comenta llamarse Rubén dice que ha encontrado el ejército.
-¿Cuál?- preguntan un puñado de gente que se junta a mi alrededor.
-Los dos- susurra entre dientes
Los espectadores de la escena empiezan a susurrar.

10:50
Me dirijo a la tienda donde duermen las chicas. Le doy un golpe al reproductor de música y se enciende. Empieza a sonar música y subo el volumen.  Judith y Marta se mueven por sus sacos de dormir y se tapan las orejas con sus cojines. Apago la música.
-Venga chicas que son las 11 ya casi. Hemos encontrado los dos ejércitos.- digo con aire despreocupado, como si fuera algo que puedes decir cada dia.
-¡QUE! Gritan las dos mientras se giran y se tapan con el saco de dormir.
-Lo dicho. Os esperamos fuera…- digo yo.
Me dirijo a la tienda de los chicos. No hay nadie. Están todos en la carpa del comedor con un café con leche en la mano cada uno.
Gabriel, Joan y Martin me miran mientras dan sorbos al café. Van vestidos de uniforme de combate. Se han enterado ya.

11:30
Los treinta que estamos en nuestro campamento improvisado hacemos una asamblea. Todos nos sentamos en el suelo y esperamos a que venga el explorador que llego en estado de shock. Me levanto y me pongo a su laso cuando llega.
Empiezo mi discurso.- esta mañana, el camarada Rubén ha llegado con una noticia reveladora. Ha encontrado los dos ejércitos. Sabemos exactamente su posición y sus efectivos.
Tenemos dos opciones claras: Llegar hasta la base anarquista o hasta la de la OTAN. Mi público niega con la cabeza la segunda opción.

Votación: 30 votos a favor de la primera opción ninguno en contra.

12:00
Hay carrerillas por el campamento. Todo el mundo va en uniforme de combate y con las armas limpias. Agarro mi fusil mi mochila y recojo mis escasas pertinencias. Las pongo todas dentro de la mochila i salgo fuera de mi tienda. Delante tengo a 29 chicos y chicas de entre 14 y 17 años en perfecta formación.
-¡Descansen! Grito. – Vámonos ya.
Empezamos la marcha por el bosque.


12:30
Llegamos al límite del bosque. Salimos al descubierto. Sopla viento y hace sol. Unos metros más hacia delante se ven unos hilillos e humo. Andamos hacia esa dirección. Si ese es el campamento ya no tendré que hacer más de líder en este grupo. Solo un soldado más. Por fin.

12:40

Ya se ven los muros del campamento. Hay unas pequeñas torres de vigía. El vigilante me apunta con su metralleta pesada. Levanto las manos y me identifico. De dentro de la torre sale un hombre que habla con el vigilante. El vigilante asiente y abre la puerta. Avanzamos hasta dentro del campamento. Esto es mucho mejor de lo que teníamos en el bosque. Hay una cocina enorme. Barracones hechos de contenedores metálicos. Literas. Un hospital de campaña…



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miércoles, 29 de abril de 2015

Capítulo : 14º : Hoy no

1:00 am
El oficial de la pistola me apunta con el arma. Me caen pequeñas gotas de sudor frio por la frente.
El chico baja el arma y salta del montículo para bajar hasta la carretera.
-Identificaros- grita el hombre.
-Somos paracaidistas de las milicias.- estas palabras iban acompañadas de un temblor en la mano. Lo reprimo agarrando fuerte el fusil. De detrás del montículo salen unos diez chicos de su misma edad más o menos, el más joven aparenta unos 16. Todos ellos llevan fusiles automáticos. Nos vuelven a apuntar.
-pues entonces deponed las armas. Lentamente dejo el fusil en el suelo, y levanto las manos. Se acerca el chico más joven y me ata las manos con una brida. Su uniforme es igual que el mío excepto en que tiene algún que otro agujero. Oh dios mío. Usan los uniformes de milicianos muertos como cebo para que nos confiemos y luego nos arrestan. Me giro hacia el chico de la pistola y este de un puñetazo deja inconsciente a Gabriel. Noto como se me clava una aguja en el cuello y se me nubla la vista.

7:30
Mi reloj marca las siete y media de la mañana me duele el cuello. Me encuentro en una sala con el suelo lleno de paja. Parece un antiguo establo. Marta y Martin están tumbados en la paja. Gabriel mira por la ventana de barrotes que hay en una de las paredes. Me levanto como puedo y me acerco a él. Delante nuestro hay una especie de plaza con unas columnas en el centro. En ellas hay unos chicos atados, en escasos metros hay un pelotón de fusilamiento. Un oficial da la orden de disparar y los chicos se desploman. Los cinco habían saltado con nosotros el día anterior. Y a saber cuántos más habrán matado ya. Marta y Martín también están en pie. Entra un soldado en la mazmorra provisional y nos apunta con su pistola. Junto a él vienen cuatro más. Nos agarran de la chaqueta y nos atan a los pilares.

7:45
El pelotón está cargando sus armas.
-¡Apunten!- El oficial mira a sus soldados. Todo pasa muy rápido, de detrás de una caseta sale Joan. Saca unos palos de la mochila y los sacude. De repente se oye un clac y los palos se tensan y hacen visible un arco de caza negro. Joan coge una flecha y dispara a discreción. Los soldados van cayendo bajo los flechazos. El pelotón ha sido borrado del mapa. Joan corre hacia mí y me desata con su navaja. Corta las cuerdas de marta y por último las de Gabriel y Martin. De repente se oye un disparo y un grito. Joan esta tumbado en el suelo retorciéndose de dolor. Me acerco al pelotón y le robo el fusil a un cadáver. Tiro de otro y hago una pequeña barricada de muertos. Miro detrás de la mazmorra y veo a un soldado. Disparo dos balas, y las dos impactan en su hombro. Marta está atendiendo a Joan, le acaba de dosificar morfina y le venda la herida. Gabriel ha ido a recoger las armas y viene con su metralleta. Corre hacia la mazmorra y la rodea. Al girar la esquina dispara una ráfaga de disparos y corre por las calles del pequeño pueblo.
-Martin y Marta, quedaros aquí con él.- Señalo a Joan. Y sigo a Gabriel. Aun llevar una metralleta pesada Gabriel corre rápido.

7:50
Las calles están en silencio. Llegamos al ayuntamiento. Hay unas mesas y una gran tienda en el medio. La plaza, a diferencia se el resto del pueblo, está llena de soldados. Gabriel empieza a disparar balas a rodo lo que ve. Yo también disparo. Los cuerpos van cayendo como pesos muertos.

8:00
No queda nadie vivo en la plaza. No se oye ni una mosca. Entro en la tienda. Hay diversos mapas y una radio. Lo guardo todo en mochilas y salgo de la tienda.
-Venga Gabriel, que todavía nos quedan unas horas de andar.- bajamos otra vez hasta la plaza del pelotón. Joan está sentado junto a una pared con la pierna herida extendida.
Martin Marta y Gabriel, se reparten las cosas a transportar. Martin ha cambiado su fusil por el trípode de Joan. Me dirijo hacia Joan y lo tumbo. Lo agarro del arnés y le miro a los ojos.
-¿Que se le dice a la muerte?-
-Hoy no.- Me contesta Joan.
Lo subo a mis espaldas como un saco de patatas y me pongo a andar.

Oigo unos gritos dentro de unos establos. Gabriel entra y los examina. Hay diez saltadores más en él. Cogen sus armas y su ligero equipaje y se ponen a andar junto a nosotros por la carretera.



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miércoles, 15 de abril de 2015

Capítulo : 13º : Carreteras

Ocho días más tarde.


0:30
La luz del avión se pone en rojo. Ahora mismo soy el encargado de que todo el mundo salte. En el avión somos 20 contándome a mí. Doy la orden de enganchar el mosquetón. Mientras espero miro por la puerta abierta. 
-¡Revisad material!- sigo mirando por la puerta. Se ven aviones amigos. De repente veo unos destellos en la lejanía. Vamos saltar sobre unos campos cerca de Lérida. La cual está ocupada por militares del ejército de la OTAN. 
-¡Enumeraros!- veo como todos gritan el número y tocan el hombro del compañero que está delante de ellos.
La luz se pone verde. Voy dando la orden de saltar a cada uno de los soldados. Le toca saltar a Joan.
-No hagas tonterías. ¿Vale?- 
Joan asiente y salta cuando se lo digo. Martin salta tras él. Después Marta y por ultimo Gabriel. El avión se queda vacío y salto. Mientras desciendo visualizo los últimos días. Des del primer salto hemos saltado todos los días. Dos veces por día. Lo de las tonterías no se lo he dicho por que sí. Des de hace ya unos días Joan estuvo pasando las horas libres manipulando su arco, le estaba poniendo unas bisagras bastante raras y lo iba cortando en pequeños trozos con un serrucho, no sé qué intentaba, pero siempre lo intentaba hacer a escondidas.
Faltan un par de metros para llegar a bajo. Me desabrocho y salto. Tan rápido como puedo busco una cobertura. Busco en mis bolsillos de la chaqueta una linterna. La saco por encima del hoyo en el cual estoy escondido y hago unas señas hacia arriba. Al cabo de unos segundos oigo un silbido de pájaro hecho con las manos. Me acerco al sonido y verifico que Martin, Marta y Gabriel están en un pequeño agujero.
-¿Y Joan?-
Todos se encojen de hombros.
-Debemos seguir sin él. Ya nos encontrara en el punto de encuentro.-
Abro mi brújula y camino hacia el norte hasta encontrar una carretera de grava. Me siguen.

0:45
Voy por la cuneta de la carretera. Oigo unos pasos acompasados a pocos metros de mí. Me escondo en la cuneta y observo un pelotón a veinte metros de mí. Vuelvo hasta mis compañeros y los informo de la situación. 
-Gabriel, te pondrás en medio de la carretera y a la que los veas cerca disparas. Marta y Martin flanqueareis al pelotón y disparareis des de detrás. Yo me pondré con Gabriel. De repente Gabriel dispara por error. Lo miro con una mirada asesina y miro hacia el frente. Se oyen gritos y órdenes. Por el flanco veo avanzar a Marta, que por decisión propia ha avanzado y dispara al pelotón. Se queda sin balas en el fusil y retrocede. Martin sigue su ejemplo y dispara. Gabriel con un trapo coge el cañón de la metralleta y dispara una larga ráfaga. Yo avanzo y disparo con mi pistola sin casi apuntar. Los cuerpos van cayendo hasta que no queda ni uno de pie. Me acerco al grupo de cadáveres. Ninguno respira. Seguimos andando no sin antes apartar los muertos del camino.

1:00
Estoy cansado de andar, el pueblo donde nos debemos reunir se encuentra a unos dos quilómetros. Lérida deberá esperar unos días. Ahora pasamos por una carretera excavada entre una pequeña colina. Y quedan dos grandes montículos. De la punta de un montículo sale un chico de unos 20 años apuntándonos con su pistola.
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miércoles, 18 de marzo de 2015

Capitulo : 12º : Salto

19:20
Joan agarra con fuerza la granada. Espera a que se acerquen lo suficiente. Los segundos parecen durar más de lo habitual. El aire se densifica y parece que cueste respirar más de lo normal. Los paracaidistas están ya a unos treinta metros de nosotros. Joan tira con fuerza de la anilla.
-para poder hacerte mil maravillas con esto necesitaría mil más. –
Tiro con fuerza de mi anilla y arrojo la granada tan fuerte como puedo. Gabriel aprieta el gatillo de la ametralladora, y el arma empieza a escupir ráfagas de balas. Los soldados enemigos caían sin compasión. Joan arrojó más granadas. Yo cargué mi pistola. Apuntaba a poder ser al pecho de los soldados. Había un montículo de cuerpos jadeantes a escasos metros de nosotros.

19:30
El reducto de soldados que habían caído del cielo en la segunda oleada quedaron como presos para ser interrogados.

22:00
Mis amigos y yo comíamos la cena. Hoy tocaba caldo y salchichas. Al acabar salí a fumar un rato. Me apoyé en la pared, y al acabar crucé la pista por donde nos habíamos parapetado. Nadie había recogido la ametralladora. Habían pasado ya dos horas, y estaba a una temperatura anormal para aquel entonces. La desmonté y la guardé en el barracón. Me di cuenta de que me estaba empezando a crecer un bigote adolescente. Agarré una cuchilla de afeitar del baño y me afeité. Me produje un par de cortes, los sequé con la camiseta del pijama que llevaba puesto. Al quedar toda la manga con pequeños puntos rojos me saqué la camiseta y se me quedó el torso al descubierto. Me di cuenta de cómo echaba de menos mi antigua vida. Yo era jugador de rugby. La última vez que me miré en un espejo sin la camiseta me sobraban algunos quilos. Recuerdo que tenía la espalda llena de pequeños cortes producidos por pisotones de tacos, y un ojo morado. Ahora, en vez de cortes en el pecho, unos poco distinguidos abdominales, i en vez de sangre tenía hollín de pólvora. Dios mío. En menos de unos meses me había convertido en alguien completamente diferente.

22:05
Me acosté pensando en Judith. Como estaría.

8:30
El sol se cuela por la ventana cubierta de rejilla de camuflaje. Salí de la cama. Tengo clase las 9 así que me ducho y dejo abierto el flujo de agua hasta que me canso de que el líquido recorra mi cuerpo.

8:45
Marta se está dedicando a despertar a Martin con un vaso de agua. La fría agua moja las sabanas de Martin y toda su cara. Se levanta rápidamente hacia adelante y de golpea la cabeza con la litera de arriba.

8:55
Salgo del barracón dirigiéndome hacia el aula. Hay movimiento en la pista. En un lateral hay un grupo de soldados con los paracaídas en la mochila. Están sentados en filas. Delante de ellos hay un avión con el motor encendido. Hay algunos aviones que están despegando.

10:30
La clase transcurre con fluidez, el “profesor” nos explica el funcionamiento del paracaídas y su correcto mantenimiento. Nos pide que esta tarde prestemos atención a las instrucciones que nos darán. Hoy saltaremos por primera vez. Y como ayer demostramos agallas saltaremos primeros. Y como no; el sub oficial siempre va primero.

15:00
Estamos todos con el paracaídas atado. Según el oficial al mando del avión, todo es muy intuitivo.

15:30
Estamos sobrevolando unos campos verdes. De vez en cuando hay uno sin plantar. El oficial nos reparte un mapa a todos, una brújula y una cantimplora.-antes de las cinco les quiero en la carretera marcada en el mapa. Deben unirse a sus unidades. No quiero ningún error. Debéis de uniros por unidades en los puntos marcados en cada mapa. Cada unidad tiene un punto de encuentro diferente, por lo tanto no podéis ir con nadie que no sean vuestros compañeros.

15:50
La luz del pequeño semáforo situado al lado de la puerta de enciende con la luz roja.
El oficial se pone de pie y empieza a gritar.
-¡De pie!-
Todos nos levantamos.
-¡Aten el mosquetón!- Acompaña esta orden poniendo los dedos en forma de gancho por encima de la cabeza y agarrando la cuerda de hierro que hay encima de nuestras cabezas.
-¡Revisión de material y enumérense!- se golpea el arnés. Des del fondo oigo: -¡20 listo!- -¡19 listo!- -¡18 listo!- -¡17 listo!- -¡16 listo!- -¡15 listo!- -¡14 listo!- -¡13 listo!- -¡12 listo!- -¡11 listo!- -¡10 listo!- -¡9 listo!- -¡8 listo!- -¡7 listo!- -¡6 listo!- -¡5 listo!- -¡4 listo!- -¡3 listo!- -¡2 listo!-
Yo grito -¡1 listo!-

16:00
La luz se pone verde y el oficial grita:
-¡Salto!
Sin pensar en las consecuencias salto del avión. Mi cuerpo cae durante medio segundo. De repente mi cuerpo se sacude y el arnés se me ciña el cuerpo, miro hacia arriba y veo el paracaídas abierto.
Todavía faltan unos metros hasta llegar al suelo. Me preparo para abrir el arnés y saltar. Salto. Mi cuerpo da un par de volteretas por el suelo, y de repente paro. Me pongo de pie y abro mi mapa. Veo un bosque delante de mí y lo identifico con el que hay en el mapa. En el medio de la pradera hay unos silos. Allí está mi punto de encuentro. Me dirijo hacia allí. Los paracaídas siguen cayendo. Veo a Martin a unos veinte metros de mí. Todavía no ha llegado al suelo. Corro hacia él. Llego justo a tiempo, su cuerpo caía demasiado recto. Si no lo hubiera desequilibrado antes de que tocara el suelo se habría roto las piernas. Le indico hasta donde debemos llegar. El lugar está abandonado. Veo a Gabriel acercarse, y a Marta con él. Salimos a su encuentro. Extiendo el mapa y les señalo el tramo de carretera que debemos encontrar. Andamos…

16:45
La carretera está ocupada por un camión-autobús subimos en ella. Dentro se encuentra el oficial del avión. Apunta en una hoja de papel con una lista nuestro nombre y el tiempo que hemos tardado.

17:00
Todavía falta un grupo. El camión avanza sin esperarlos. Llegamos al aeródromo.

17:30
Toca clase de disparo. El entrenador oficial o como quiera que se le llame sostiene un fusil. Nos cuenta como apuntar con mayor precisión, y como calibrar una arma. Nos muestra cómo hacerlo con todas y cada una de las armas que hay en el almacén de armamento.

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viernes, 13 de marzo de 2015

Capítulo: 11º : Aeródromo

14:05
El improvisado aeródromo se encuentra ya a unos escasos metros de nosotros. Cada pocos minutos aterrizan aviones y despegan otros pocos. Llegamos hasta una caserna donde hay unas oficinas. Dentro hay gente hablando por teléfono o escribiendo datos en el ordenador. Un oficial nos conduce hasta unas barracas con tela de camuflaje por encima. Entramos en las salas, y unas literas se extienden a lo largo del barracón. La sala esta fría. Me dirijo hacia la última de las literas, y deposito el material.

14:30
El oficial que parece estar al mando de esta zona creo que no se ha dado cuenta de que está pisando territorio anarquista. Aun así debemos obedecerle por nuestro propio bien. No creo que debamos saltar des de un avión sin ni siquiera saber abrir un paracaídas. Llevamos una hora de clase teórica sobre como saltar de un avión. Y la forma de aterrizar sobre el suelo firme sin destrozarnos las piernas. De repente, suena una alarma y las puertas se abren. Se acabó la clase. Según un horario colgado en la puerta de la habitación tenemos dos clases diarias y deporte y clases prácticas por la tarde. Según nos han dicho en clase en un par de semanas deberíamos salir de aquí.

15:30
La comida se sirve en un pabellón cerca de nuestra “habitación” no está muy buena, pero estamos todos hambrientos y la comemos ávidamente. En una hora tendremos actividad física. Di no me equivoco des de aquí cuento unas treinta mesas, con diez personas en cada una. Así que somos unos trescientos.

16:45
Yo y el resto de la unidad llevamos quince minutos corriendo dando vueltas alrededor del aeródromo. El oficial que está al mando del ejercicio nos ha hecho un spoiler de lo que haríamos esta tarde. Nos esperan una larga hora de correr, y una larga hora de manipulación armamentística.

17:30
Hemos parado de correr, el oficial nos ha dado un tiempo de descanso, todos estamos sentados o tumbados en el suelo.  De repente el oficial nos devuelve al barracón.
-¡Tenéis cinco minutos para cambiaros y recoger las armas que tengáis! ¡Formad delante del barracón!- no entiendo por qué todos los militares gritan tanto. ¿Estarán sordos o algo? Bueno. Aun así parecía que tuviesen más autoridad.

17:45
Estamos todos firmes delante del barracón. Delante de nosotros hay una serie de obstáculos.
-Primer pelotón: Sargento Arun. Vaya con su unidad hasta la otra punta del campo de entrenamiento y derribe con la ametralladora los maniquís. Tiene cinco minutos. –
-¡unidad conmigo!-
Empecé a corres hasta la otra punta del campo. Joan iba tras mí con el trípode. Gabriel a la par que Joan con la torreta, Marta salió al sprint hacia el muro. Y lo sorteó usando la cuerda para subir el muro. Joan y Gabriel se ayudaron entre ellos para pasar la ametralladora por encima del muro sin matarse. Martin me tendió la mano al llegar arriba. Al coronar el muro salté de él y me dirigí hacia unos alambres de espino. Debíamos de pasar a rastras por debajo de ellos. Martin se enganchó un par de veces, pero no sufrió daño alguno. Después de este obstáculo quedaba el último que era saltar dentro de una trinchera y montar la torreta. Joan saltó primero, y montó el trípode. Gabriel encajó la torreta con una precisión impresionante. Marta colocó la munición y Gabriel cargó la ametralladora. Apuntó y disparó.
Al acabar la descarga la ametralladora echaba humo. Sacarla de ahí sería peligroso, por eso Gabriel sacó un pañuelo y agarró la ametralladora que quemaba.

18:55
Hemos repetido este ejercicio varias y repetidas veces. Hemos conseguido uno de los mejores tiempos de todas unidades. Ahora tenemos tiempo libre, así que creo que le voy a escribir una carta a Judith. Me tumbo en mi cama cojo una libreta de hojas grandes y empiezo a pensar un posible inicio. De repente suena una sirena, y se sienten pasos rápidos en el exterior. Se oyen disparos de antiaéreo. Recojo el fusil y salgo fuera. En el exterior, hay aviones sobrevolándonos. Los soldados cruzan la pista todo el rato. Los antiaéreos están derribando algún avión. Aun así somos carne de cañón. De algunos aviones se ven saltar paracaídas con cuerpos agarrados a ellos. Me agrupo con mis compañeros. Dibujo la pista con un palo en el suelo. Todavía hay tiempo.
Señalo la parte del sur de la pista.
-Aquí estamos nosotros. Ellos aterrizarán en la otra punta de la pista.- A escasos metros de nosotros hay una barricada hecha de sacos de arena.
-Debéis de llegar a esa barricada y acribillarlos desde allí. Mientras, Martin y Marta, debéis ir a buscar tanta munición como podáis. Con la que tenemos no hay suficiente. Yo me quedaré aquí con vosotros. Si las cosas se tuercen debéis salir de aquí tan rápido como podáis. Yo os cubriré. ¿Entendido?-
Martin y marta salieron disparados hacia los barracones de munición. Los primeros paracaidistas aterrizaron. Apunté con mi fusil hacia ellos y empecé a disparar. Nos semi-convenía atraerlos hacia nosotros. Si no era así se dispersarían por el aeródromo y serían imposibles de cazar.

19:15
Marta y Martin ya han vuelto con munición. Tienen balas y granadas. Han podido tomar prestado un fusil, puesto que marta está desarmada. Los paracaidistas están a unos escasos cien metros de nosotros. Le doy una granada a Joan.

-Hazme mil maravillas con esto.- 


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jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo: 10º : Buenas noches Judith

9:20
Judith sigue sonriendo, apaga el fuego y se me acerca. Me rodea con los brazos y me besa.
-Me diste un susto de muerte, nunca mejor dicho.- Judith sigue mirándome con sus penetrantes ojos.
Vuelve a la cocina y me trae un plato con un huevo frito y una tostada con mantequilla. Me siento y ella se sienta justo frente mí.
-¿Dónde estabas? ¿Dónde fuiste después de la batalla?- Pregunto mientras como mi tostada.
-Estoy harta de vuestro ritmo. Todo el rato esperando un nuevo ataque. Necesito un tiempo de paz. Puede que vuelva con vosotros de aquí a un tiempo, pero no creo que hoy sea el día. Quédate con migo.- Puso cierto aire de perdón en esta última frase.
-Mi sitio no está aquí. Debería volver, no creo que mi cuerpo necesite paz ahora. Barcelona está pasando unos días de guerra. Los sindicatos están preparando milicias para luchar en los pirineos; creo que me alistaré.- Judith sigue sentada, su rosto es ahora inexpresivo. Nunca antes la había visto así. En estos mismos momentos estoy limpiando el pato con una rebanada de pan. Me dirijo hacia el fregadero y limpio mi plato con una esponja.
Judith me dedica una sonrisa pícara.
-Pues si este puede que sea tu último día en la ciudad, voy a darte motivos suficientes para que me recuerdes.- rápidamente salta sobre mí abrazándome y besándome ansiosamente. La llevo a cuestas hasta la habitación y la suelto sobre la cama. Sus ojos se clavan en los míos.

10:45
Me pongo la chaqueta y salgo a la calle. Le he dado un último beso mientras dormía, no creo que la vuelva a ver. Las milicias son un suicidio.

11:05
En casa todo está en orden. Gabriel me saluda al entrar. Martin se apoya en las paredes, según percibo se acaba de despertar de su sueño mortal. Marta sigue todos sus movimientos con atención. Joan está en la terraza revisando una antena. Nada parece haber cambiado. Excepto que ella no está.

11:45
Martin mejora rápidamente, mañana ya estará bien. Todos excepto Anna queremos alistarnos. Anna se quedara en Barcelona. Creo que sabe que Judith vive.

12:00
La vía Layetana está llena de gente. Los coches ya circulan por ella, y los sindicatos han abierto y desplegado mesas para alistarse en los alrededores de los edificios. Los sindicatos ahora parecen ser una tienda de vestidos de camuflaje. Los alistados entran en ella y salen por la puerta trasera ya armados y con uniformes verdes caqui. Nos ponemos en la cola y nos atienden rápidamente. El señor de detrás de la mesa me pasa un formulario y un bolígrafo. Lo relleno con las siguientes respuestas.
Nombre: Arun
Edad: 15 (¡oh dios mío ayer fue mi cumpleaños y no me acordé!)
¿Armado? Si
Tipo de arma: pistolas, fusil y formo parte de un equipo de ametralladora pesada (Gabriel, Martin, Joan, Marta y yo formaríamos una perfecta unidad.)
El señor introduce los datos en un ordenador y me pasa un segundo formulario. Este se debe de complementar dentro del edificio.
Estatura: 1,78m
Peso: 75 kg
Numero de pie: 44
Recojo el material que me dan y me lo pruebo. La camiseta y la chaqueta me van pequeñas. Me dan una talla más y salgo del edificio con mi equipaje ya puesto. Mi chaqueta tiene una insignia en el brazo, teóricamente estoy al mando de mis camaradas de unidad, pero no les voy a pedir nada que yo no vaya a hacer, así que no me sirve de nada. Pongo mi pistola en la cartuchera que me han dado. La calle trasera eta en silencio, todos los uniformados están fumando o charlando, así que como mi cuerpo me lo está pidiendo me lio un cigarro y empiezo a fumar. Des del incidente del cañonazo sin detonar que he empezado a fumar. Joan y el resto de “mi unidad” salen del edificio. Apago el cigarro y me uno a ellos. Hay unos camiones saliendo de la calle. Recogen a los soldados y los llevan hacia un tren, este los llevara hasta su destino final. Subimos el armamento y nuestras escasas pertinencias al camión y nos dejamos llevar por el vehículo.

13:30
El tren pasa entre campos y pueblos sin ni siquiera parar. El trayecto se me está haciendo corto. Estoy jugueteando con mi mechero zippo. Lo abro y hago trucos con él. Judith se acostumbraba a poner histérica cuando jugaba con el fuego, creo que no entendía que no me quemaba. Aun así lo guardé y me dediqué a limpiar y sacarle el brillo a la pistola y el fusil. Mientras me dedicaba a hacer el mantenimiento de este último entró en el vagón un oficial.
-¡Os quiero a todos de pie y listos para salir en cinco minutos!-  Todos nos sobresaltamos, el tren empezó a perder velocidad.

13:35
Las puertas se abrieron, el tren seguía en marcha. El oficial se puso al lado de la puerta.
-Damas y caballeros, se han alistado ustedes a una unidad de paracaidistas. O esta unidad les ha sido asignada. No se cómo habéis llegado hasta aquí, y poco me importa. Pero ahora mismo este  vagón está dando cerca de un campo de entrenamiento. Así que deberéis saltar del tren en marcha y dirigiros con vuestra unidad hasta el campo. Acampar allí y esperar nuevas órdenes. ¿Entendido?- nadie contestó. Me señaló a mí y dijo-Tú primero sargento. ¡Salte!
No lo pensé. Agarré mi mochila mi fusil y la pistola y salté. En un minuto, los veinte soldados de la unidad habían saltado del tren. Por suerte no hubo heridos.

13:45
Estoy junto a los otros cuatro sargentos. Cada uno tiene un grupo de cuatro soldados. Avanzaremos hacia el campo los sargentos primero y luego los soldados. Detrás de mí, Joan sujeta el trípode de la ametralladora, y Gabriel la lleva. La munición la lleva Marta y Martin no lleva nada a parte de su fusil.
En el horizonte se distingue un pequeño e improvisado aeródromo.



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miércoles, 11 de marzo de 2015

Capítulo: 9º : Sábanas

17:15
Llevo media hora buscando a Judith. No aparece por ningún lado. He recorrido ya esta playa cinco veces. Gabriel y el resto están trasladando el cadáver de desconocidos al paseo marítimo para poder identificar a todos y cada uno de los muertos. Gabriel salta des de del muro que separa la ciudad de la playa. Aterriza a escasos metros de mí.
-No la busques más- dice pausadamente. –El combate es traicionero, y a veces los cuerpos desaparecen sin dejar rastro.-
Mis piernas dejan de funcionar, caigo de rodillas sobre la arena seca. Mis ojos ya o pueden parar de llorar. La vista se me nubla, me estiro en la arena, y descanso. Gabriel se pone a mi lado también tumbado. Se me cierran los ojos y descanso.

18:30
Gabriel me despierta. El horizonte esta calmado, esta vez no hay sobresaltos. Me levanto y sigo a Gabriel. El todoterreno está ya en marcha. Joan está al volante, junto a Anna. Marta acaricia el pelo de Martin. Creo que no lo ha superado todavía. Me acerco a ella y subo al coche. Me siento junto a ella y la abrazo. Sus ojos siguen llorando. Martin sigue caliente. ¡Su corazón late! Marta se apoya en el respaldo del sillín.
-¿Sobrevivirá?-le pregunto con una voz casi susurrando.
-no lo creo, pero él es fuerte. Lo conseguirá.-
Martin había sufrido una explosión a medio metro de distancia. No había sufrido heridas de metralla, pero estaba en un estado parecido al coma.

19:00
La casa está en silencio. En la pared de entrada hay un cartel, este, anuncia una fiesta a la victoria. No creo que sea lo más sensato, pero creo que lo único que necesitamos ahora es una fiesta. O eso creo yo. Marta y yo hemos perdido a un ser muy querido cada uno.  Gabriel estaba cansado de combatir, Joan nunca rechazaba una fiesta gratis, Anna nunca se había emborrachado, y yo necesitaba una pausa entre tanto dolor.

19:45
El agua reseguía mi cuerpo, el fluido me limpiaba y a la vez me sacaba las lágrimas de los ojos. Paré el paso del agua y salí. Me sequé y me vestí con ropa limpia. No creo que para salir de fiesta lo más adecuado sean unas botas militares, pero era lo único que no había sido volado por una granada de mano en la playa. El resto me esperaba en el salón. Gabriel decidió quedarse en casa. Era el que menos había sufrido los efectos de la tormenta de fuego en la playa. Así que se quedó a cuidar el cuerpo de Martín. La calle estaba bastante vacía. En el arcén había algún que otro viandante, pero los coches no circulaban por ella. La fiesta estaba a dos manzanas de aquí, así que fuimos a pie.

24:00
La fiesta no estaba mal. No sabía que era una fiesta donde el 90% de la música era ska. Así que no solo me gustó el hecho de que hubiese alcohol, sino también  la música que lo acompañaba. Yo sostenía un vaso con ron. El líquido relucía con las luces del concierto. Había perdido de vista a todos mis compañeros. Marta se había ido a casa, no soportaba el ska. Joan se había ido con una chica que ya conocía. Supongo que no solo a hablar. Así que me acabé el contenido del vaso y fui a bailar. Los pisotones eran abundantes, así que mis botas fueron útiles.

00:45
Siento que una mano tira de mí. La oscuridad me engulle. El concierto suena muy lejos.

01:00
No consigo ver el rostro completo con el cual me beso, pero sus facciones me son conocidas.

09:15

Mi cuerpo está desnudo entre unas sábanas limpias. Encuentro mis calzoncillos sobre una silla. Me levanto de la cama y la cabeza empieza a darme vueltas. Ayer me pasé con el ron. Me pongo los pantalones y me abrocho el cinturón. Recorro un pasillo que huele a huevos y café. En el suelo hay un rastro de sangre seca, recuerdo este lugar. Había venido aquí. La puerta del pasillo está en el suelo. En la cocina hay una chica de espaldas. La  chica percibe mi presencia; se gira. Su pelo corto flota en el aire. Judith sonríe.



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miércoles, 4 de marzo de 2015

Capítulo: 8º : Sangre, Metralla, Sol

15:15
Los cañonazos caían por todas partes. Sobre mi cabeza pasaban miles de trozos de metralla. La arena me empezaba a cubrir. Los cañonazos cesaron. Esta vez ya no debería haber más. Salí del pozo a ayudar a heridos leves. El paisaje era desolador. Martin vino corriendo con un cigarro encendido en la boca. Saqué de la arena un joven, que jadeaba. Su camiseta estaba manchada de sangre. La abrí rápidamente, y examine la herida. No se había infectado todavía. La limpié, y la vendé. Cuando estábamos a punto de levantarlo y subirlo a la calle, se oyó un cañonazo. El proyectil cayó junto a mí sin explotar, le arrebaté el cigarro a Martín sin apartar la mirada del tubo metálico. El humo invadió mis pulmones sin hacerme toser.
-No sabía que fumaras.- Dijo Martín.
-Tranquilo, yo tampoco.

15:30
Mi mirada seguía fijada en el proyectil, Joan había venido a ver la playa y a ayudar. Los cadáveres estaban extendidos en frente de la pared. Fui a mi agujero y agarré la manta. Envolví el explosivo sin accionar el percutor, y lo arrojé al agua. Al tocar fondo explotó refrescándome. Pero nadie resulto herido.

15:45
 Joan de había agenciado algunas granadas, y un par de cartuchos de dinamita. Una caja de botellas de vodka y un chaleco antibalas. Marta y Judith estaban sentadas charlando sobre su vida anterior. Joan empezó a envolver las granadas con cinta americana i un cartucho de dinamita. El paquete tenía la medida de una pelota de básquet. Anna ayudaba a Joan destapando las botellas de vodka e insiriendo telas mojadas en el alcohol. Las barcazas se estaban acercando a la playa a una velocidad extremadamente rápida. Joan acabó el preparado de los explosivos, y se escondió. Martín empezó a llamar a la gente y a pedirles que por su salud y la de todos apagase el cigarro y se sentase en su respectivo pozo.

16:15
La barcaza se encontraba a unos doce metros de nosotros. Iban en grupos de dos barcas y dentro de cada una había unos doce soldados. Joan esperó el momento perfecto. Encendió la mecha de uno de los paquetes y lo lanzó con fuerza sobre la barcaza más lejana. Sin esperar ni un segundo, encendió el segundo paquete, y lo lanzó a la que estaba más cerca de nosotros. Al pasar dos segundos después del último lanzamiento levantó los brazos como di dirigiese una orquesta, y señalo la primera barca, la cual voló por los aires, y al señalar la segunda embarcación,  esta voló en mil pedazos. Joan volvió a su escondite que compartía con Anna. Nosotros nos acabábamos de cargar dos navíos, pero mucho más lejos, a unos veinte metros de nosotros había otras dos barcas. Estas dos, al oír la explosión cambiaron su rumbo y vinieron a nuestro encuentro. Entonces agarré una de las botellas de vodka que tenía alrededor, y eché un trago, inserí otra vez el trapo, la encendí y la arrojé. Judith, Anna, Marta y Joan imitaron exceptuando el primer paso. Y en menos de diez segundos las barcas ardieron.

16:20
Corrí por las rocas, el suelo parecía abrupto, pero mis pies sorteaban todo tipo de obstáculo con una habilidad grácil. En la playa habían empezado a desembarcar los primeros soldados. Todos ellos disparaban a lo primero que encontraban. La playa estaba ya casi sin defensores cuando como caído del cielo apareció un todoterreno conducido temerariamente por un civil con una metralleta montada en la ranchera, la ametralladora escupía balas a toda máquina. Gabriel estaba de pie conduciendo el rumbo de las balas. Una de las barcas quedó completamente vacía. Entré en ella después de derribar a un soldado de un culatazo en la cara. La barcaza tenía unos controles muy simples, subí en ella, y la arranqué. Después de la primera oleada vendría una segunda, y la playa ya había sido despejada, solo quedaban algunos reductos  en la orilla, que caían bajo el fuego de Gabriel. Mi transporte era muy rápido, esperaba que su rapidez y resistencia fueran proporcionales. La iba a necesitar. Todavía tenía una granada y un cóctel molotov hecho con vodka. Me acerqué al grupo de barcas más cercano que tenía. Arrojé la granada, esperé a que le artefacto explotara, para lanzar el coctel molotov a la segunda barca. La última estalló en llamas. Salté de mi barcaza para subir a la que había sido vaciada por mi granada. Esta, se encontraba plagada de cadáveres. Con mi fusil le propiné un culatazo a un soldado que agonizaba. Volví a la playa. El resto de barcas me seguían. Las balas disparadas por sus soldados pasaban por encima de mi cabeza.

16:45
La radio de mi barca sonó.
-A todas las unidades. Paren el desembarco. Repito. Paren el desembarco.-

Una lágrima brotó de mi ojo. Resbaló por mi mejilla y cayó al suelo.  Llegué a la playa. Martín estaba estirado en el suelo, inmóvil, Marta lo agitaba con fuerza y le golpeaba el pecho. Abandonó todas sus fuerzas y se puso a llorar junto a su cadáver. Yo nunca pensé que fuesen más que amigos, pero ahora que lo pensaba ya los había visto en  el instituto ruborizados, despeinados y  con pintalabios en el cuello. Anna estaba hablando con Gabriel y Joan. La playa se convirtió en un paraíso de sangre metralla y sol.


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Capítulo:7º : Desargas

12:15
Joan estaba pálido y tiritando. Gabriel sacó una bolsita con unas hierbas verdes dentro. Sacó papel de fumar y lió un porro. Lo encendió  y se lo acercó a Joan. Joan tragó el humo con fuerza. Dos segundos después se desplomó. Mientras, Judith observaba con detalle desde el espigón. Sus prismáticos relucían al sol. Al oír mis pasos se giró y me miró resiguiendo con su mirada cada centímetro de mi cuerpo.
-¿Que le ha pasado a Joan?- dijo con extremada tranquilidad.
-Nada, Gabriel ha usado marihuana como si fuese cloroformo.-
Dibujó una leve sonrisa y me informó  de lo que había pasado mientras estábamos durmiendo a Joan.
-Por lo visto, el ejército tiene intención de desembarcar en esta misma playa.-
-Pues estamos apañados.-
-Deberíamos avisar a los sindicatos. ¿No?-
-Hmmm. Ok ya voy yo.-
La Via Layetana estaba en plena ebullición. Los sindicatos estaban abiertos, todo el mundo entraba y salía de ellos. Entré en el primer edificio. Había una secretaria de unos treinta años despachando a los visitantes. Me preguntó el motivo de mi visita
-Hay dos barcos del ejército a un par de kilómetros de la playa. ¿Debería preocuparme?-
Me miró fijamente. Sus ojos grises se me clavaban en la retina. Agarró el teléfono y pulsó un botón. Habló rápidamente, y me dijo que subiera a la tercera planta. El ascensor estaba lleno, así que subí hasta la tercera planta a pie. Mis piernas subían ágilmente cada peldaño de la escalera. Le expliqué la situación al hombre vestido con traje que estaba sentado en el único despacho de la planta. El resto parecían salas para reuniones. Sacó unos prismáticos y observó durante un largo y silencioso tiempo.  Luego se giró y apretó un pulsador. Hizo el siguiente comunicado, que sonó por todas las radios en funcionamiento de la ciudad.
-Atención a toda la población armada de la ciudad. Todo hombre, mujer o niño que pueda sostener un fusil, que se presente en la playa. Hay una amenaza de desembarco.

13:00
Volví a la playa. Joan estaba riendo solo en la arena, mientras hacía ángeles de nieve en la arenisca. Judith había oído el mensaje y se encontraba de pie junto a un grupo de obreros sentados en círculo. Todos hablaban a la vez. Estaban haciendo una asamblea para decidir cómo defender la playa. Gabriel se había levantado y agarraba  con fuerza a Joan. Lo acercó a la orilla y lo arrojó al mar. Joan soltó un grito de sorpresa y salió completamente mojado del agua. Ya no parecía estar tan contento, y se le habían pasado por completo los efectos de la droga.

13:30
Estábamos cavando pozos y trincheras en la arena, los ciudadanos de Barcelona se habían unido a la llamada. Cavaban un pozo y se atrincheraban tan bien como podían.  Judith estaba ayudando a Joan poniendo sobre la arena su ropa mojada. Gabriel le pidió a un obrero que lo llevase a nuestra guarida a buscar alguna que otra munición. El todo terreno con ranchera se alejó de nosotros a un ritmo acelerado. Mi pozo ya estaba acabado. Dejé el fusil en un lateral, y me ordené la mochila. Tenía unas veinte balas, un par de cuchillos, un martillo y una llave inglesa. En el fondo de la mochila una manta, que me puse para que el sol no me dañase, pero esta fue expulsada por mi brazo al crear un efecto de calentamiento dentro del pozo. La playa estaba llena de agujeros hasta donde llegaba mi vista. Marta, Martín y Anna estaban en el espigón, se habían atrincherado entre las rocas.

14:45
Estaba toda la playa en silencio, la gente fumaba o se ataba las botas. Se distinguían unas barcazas alrededor de los navíos. Entonces se desató el infierno. Sonaron unas explosiones, y en unas milésimas de segundo los proyectiles llegaron a la playa. Y todo se sumió en el caos.

14:50
Después de cinco minutos de interminables descargas, la gente salió de sus agujeros. Había gente gritando por dolor, otros por compañeros caídos. La gente correteaba por la playa. Los mutilados salían de los agujeros, y se convertían en blancos todavía más fáciles. Miré el espigón, Joan sacaba la cabeza con sus prismáticos, y al ver que yo también lo miraba, empezó a hacer señales morse con su linterna.
-Diles que vuelvan a los pozos o morirán todos.-
Asentí
El pozo de Gabriel estaba vacío. El corazón me dio un vuelco. Justo después me di cuenta de que se había ido. A buscar cosas. Me levanté y grité tan fuerte como pude:
-¡Volved a los pozos! ¡Volverán a descargar otra batería, Si estáis fuera moriréis!-
La gente de mi alrededor me hizo caso. Algo bueno que tiene la anarquía es que puede que no debas hacer caso a nadie, pero obedeces a las acciones lógicas. Y este caso, aún que no me gustara, era lo más cierto y de lo que más seguro estaba de ello.
Judith había decidido ir con Joan, Martín y Marta en el espigón.

15:05

La segunda descarga cayó…





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