0:05
La habitación estaba en silencio. Había tres habitaciones en la casa. Marta
y Joan dormían en una. Gabriel y Anna dormían en otra junto a Martin en un colchón
en el suelo. Y Judith y yo dormíamos en las literas de la habitación de abajo. Judith
había aceptado dormir con migo con la excusa de que yo era quien le había cosido
la herida, y si se abría, debería haber un médico en la sala. Y ese médico por
casualidad era yo. Judith respiraba fuerte, supongo que estaría soñando. Estuve
un rato con la cabeza fuera de la litera observándola. Tenía ganas de ir al
baño, así que bajé de mi litera, y de repente Judith empezó a mover los labios.
Susurraba algo. No lo mude oír. Puesto que de repente se levantó pálida como la
nieve y con los ojos como platos y sudando. Se giró hacia mí. Me puso las manos
en la espalda y en el abrazo empezó a llorar.
0:15
Judith
seguía llorando. Su respiración se había calmado, y sus mejillas volvían a
tener su color. Tenía todo el cuello sudado, y los ojos llenos de lágrimas.
-Espérame
un segundo y vuelvo en seguida.- dije
yo.
-Ok- Fue
su única respuesta.
Salí al
pasillo, y me dirigí hacia el baño.
Al acabar,
me limpié las manos y salí. Volví hacia la habitación y me encontré la ventana
abierta. Las cortinas se movían al son de un gélido viento invernal. Me puse mi
chaqueta sobre el pijama, y tapé a Judith con la suya. Ella tenía la mirada
perdida en el horizonte. Sus ojos color chocolate brillaban a la luz de la
luna. Ni se percató de que estaba allí. Se envolvió en la chaqueta y puso su
cabeza en mi hombro no recuerdo ni cuándo ni cómo se acostó, ni como yo caí en
el suelo, preso de un sueño inexpugnable.
7:30
Me
duele la cabeza. Mis pantalones están fríos, y mis dientes tiritan por el frío
invernal. Cerré la ventana, y a través de ella, observé como en el centro de la
ciudad unos edificios quemaban. No eran iglesias. Su posición en un mapa me era
desconocida, y no veía nada que me diera una referencia. Bajé al salón, donde
la radio arreglada por Arnau unos días antes y su dueño o ex dueño permanecían quietos.
La puse en marcha, y al encontrar una retransmisora en activo empecé a escuchar
que demonios pasaba en el centro de la ciudad. Mientras la radio narraba los sucesos,
empecé a cavar un hoyo.
-Una
batalla entre conciudadanos ha dado comienzo en el centro de Barcelona. Los
enfrentados, son los obreros de la ciudad, una gran masa de hombres y mujeres
vestidos de azul, con sus monos de trabajo, armados muy rudimentariamente,
contra un grupo de antiguos miembros de la policía junto a un reducido grupo de
militares y algunos ciudadanos no revolucionarios. Los policías se han apostado
en la plaza Sant Jaume, donde se encuentra la antigua sede del gobierno, junto
al ayuntamiento.- el locutor siguió hablando. No oí lo que decía. Mi pala cayó
al suelo. Y por último, también mi libertad ganada en estos últimos días. Si
algo no comprendía hasta ahora era por qué los obreros habían destruido todo
poder. Se sentían oprimidos por el orden y la disciplina. Y entonces comprendí.
Si los policías ocupaban durante mucho tiempo la plaza, en ella podrían
aterrizar helicópteros, junto a más refuerzos. Y luego ocupar el puerto. Si lo conseguían,
los militares podrían entrar en barcos sin sobresaltos. Y luego ocuparían las
ciudades cercanas. Y hasta llegar a abarcar toda la zona sublevada contra el
estado.
8:00
La decisión
se había tomado durante el desayuno. Iríamos a combatir al centro. Mientras Judith
y marta acababan su desayuno yo preparé mochilas con municiones y utensilios
indispensables para la ocasión. Martin y Joan estaban enterrando a Arnau.
8:30
No sé cómo.
Pero Joan sabía (más o menos) como conducir un coche. Así que subimos al de los
difuntos padres de Joan que tenía plazas para todos y nos dirigimos al centro.
9:00
El aire
de la ciudad era más cálido. Supongo que gracias al fuego que nos envolvía. El coche
paró de un frenazo. Joan entró en un edificio medio en ruinas aparcó el coche
en el medio y bajamos todos. Cargamos las armas y salimos del edificio en dos
grupos. Joan iba al frente del primero con su arco, y una pistola en la
cartuchera. Detrás de él, Martin y Marta lo seguían con sus fusiles en mano. Yo
andaba al lado de Judith, delante de mí estaba Gabriel, y detrás mío Anna.
Gabriel sostenía dos pistolas y un cuchillo en su cartuchera. Anna sostenía su fusil como si
fuese la última cosa que hiciese. En sus ojos se veía el miedo.
9:15
El
grupo de Joan se había internado por los callejones del casco antiguo de la
ciudad. Se oían disparos en la lejanía. De repente Gabriel para. Me acerco a
él. Miro hacia el cielo, y veo cuatro helicópteros de la policía acercando se
hacia la plaza en llamas.
¿que os parece? comentad pls
Siento mucho dejar el capítulo así. igual mañana lo sigo.
ResponderEliminarwuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa cruel malvado!!!!! sigue de una vez!!!!
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