miércoles, 18 de marzo de 2015

Capitulo : 12º : Salto

19:20
Joan agarra con fuerza la granada. Espera a que se acerquen lo suficiente. Los segundos parecen durar más de lo habitual. El aire se densifica y parece que cueste respirar más de lo normal. Los paracaidistas están ya a unos treinta metros de nosotros. Joan tira con fuerza de la anilla.
-para poder hacerte mil maravillas con esto necesitaría mil más. –
Tiro con fuerza de mi anilla y arrojo la granada tan fuerte como puedo. Gabriel aprieta el gatillo de la ametralladora, y el arma empieza a escupir ráfagas de balas. Los soldados enemigos caían sin compasión. Joan arrojó más granadas. Yo cargué mi pistola. Apuntaba a poder ser al pecho de los soldados. Había un montículo de cuerpos jadeantes a escasos metros de nosotros.

19:30
El reducto de soldados que habían caído del cielo en la segunda oleada quedaron como presos para ser interrogados.

22:00
Mis amigos y yo comíamos la cena. Hoy tocaba caldo y salchichas. Al acabar salí a fumar un rato. Me apoyé en la pared, y al acabar crucé la pista por donde nos habíamos parapetado. Nadie había recogido la ametralladora. Habían pasado ya dos horas, y estaba a una temperatura anormal para aquel entonces. La desmonté y la guardé en el barracón. Me di cuenta de que me estaba empezando a crecer un bigote adolescente. Agarré una cuchilla de afeitar del baño y me afeité. Me produje un par de cortes, los sequé con la camiseta del pijama que llevaba puesto. Al quedar toda la manga con pequeños puntos rojos me saqué la camiseta y se me quedó el torso al descubierto. Me di cuenta de cómo echaba de menos mi antigua vida. Yo era jugador de rugby. La última vez que me miré en un espejo sin la camiseta me sobraban algunos quilos. Recuerdo que tenía la espalda llena de pequeños cortes producidos por pisotones de tacos, y un ojo morado. Ahora, en vez de cortes en el pecho, unos poco distinguidos abdominales, i en vez de sangre tenía hollín de pólvora. Dios mío. En menos de unos meses me había convertido en alguien completamente diferente.

22:05
Me acosté pensando en Judith. Como estaría.

8:30
El sol se cuela por la ventana cubierta de rejilla de camuflaje. Salí de la cama. Tengo clase las 9 así que me ducho y dejo abierto el flujo de agua hasta que me canso de que el líquido recorra mi cuerpo.

8:45
Marta se está dedicando a despertar a Martin con un vaso de agua. La fría agua moja las sabanas de Martin y toda su cara. Se levanta rápidamente hacia adelante y de golpea la cabeza con la litera de arriba.

8:55
Salgo del barracón dirigiéndome hacia el aula. Hay movimiento en la pista. En un lateral hay un grupo de soldados con los paracaídas en la mochila. Están sentados en filas. Delante de ellos hay un avión con el motor encendido. Hay algunos aviones que están despegando.

10:30
La clase transcurre con fluidez, el “profesor” nos explica el funcionamiento del paracaídas y su correcto mantenimiento. Nos pide que esta tarde prestemos atención a las instrucciones que nos darán. Hoy saltaremos por primera vez. Y como ayer demostramos agallas saltaremos primeros. Y como no; el sub oficial siempre va primero.

15:00
Estamos todos con el paracaídas atado. Según el oficial al mando del avión, todo es muy intuitivo.

15:30
Estamos sobrevolando unos campos verdes. De vez en cuando hay uno sin plantar. El oficial nos reparte un mapa a todos, una brújula y una cantimplora.-antes de las cinco les quiero en la carretera marcada en el mapa. Deben unirse a sus unidades. No quiero ningún error. Debéis de uniros por unidades en los puntos marcados en cada mapa. Cada unidad tiene un punto de encuentro diferente, por lo tanto no podéis ir con nadie que no sean vuestros compañeros.

15:50
La luz del pequeño semáforo situado al lado de la puerta de enciende con la luz roja.
El oficial se pone de pie y empieza a gritar.
-¡De pie!-
Todos nos levantamos.
-¡Aten el mosquetón!- Acompaña esta orden poniendo los dedos en forma de gancho por encima de la cabeza y agarrando la cuerda de hierro que hay encima de nuestras cabezas.
-¡Revisión de material y enumérense!- se golpea el arnés. Des del fondo oigo: -¡20 listo!- -¡19 listo!- -¡18 listo!- -¡17 listo!- -¡16 listo!- -¡15 listo!- -¡14 listo!- -¡13 listo!- -¡12 listo!- -¡11 listo!- -¡10 listo!- -¡9 listo!- -¡8 listo!- -¡7 listo!- -¡6 listo!- -¡5 listo!- -¡4 listo!- -¡3 listo!- -¡2 listo!-
Yo grito -¡1 listo!-

16:00
La luz se pone verde y el oficial grita:
-¡Salto!
Sin pensar en las consecuencias salto del avión. Mi cuerpo cae durante medio segundo. De repente mi cuerpo se sacude y el arnés se me ciña el cuerpo, miro hacia arriba y veo el paracaídas abierto.
Todavía faltan unos metros hasta llegar al suelo. Me preparo para abrir el arnés y saltar. Salto. Mi cuerpo da un par de volteretas por el suelo, y de repente paro. Me pongo de pie y abro mi mapa. Veo un bosque delante de mí y lo identifico con el que hay en el mapa. En el medio de la pradera hay unos silos. Allí está mi punto de encuentro. Me dirijo hacia allí. Los paracaídas siguen cayendo. Veo a Martin a unos veinte metros de mí. Todavía no ha llegado al suelo. Corro hacia él. Llego justo a tiempo, su cuerpo caía demasiado recto. Si no lo hubiera desequilibrado antes de que tocara el suelo se habría roto las piernas. Le indico hasta donde debemos llegar. El lugar está abandonado. Veo a Gabriel acercarse, y a Marta con él. Salimos a su encuentro. Extiendo el mapa y les señalo el tramo de carretera que debemos encontrar. Andamos…

16:45
La carretera está ocupada por un camión-autobús subimos en ella. Dentro se encuentra el oficial del avión. Apunta en una hoja de papel con una lista nuestro nombre y el tiempo que hemos tardado.

17:00
Todavía falta un grupo. El camión avanza sin esperarlos. Llegamos al aeródromo.

17:30
Toca clase de disparo. El entrenador oficial o como quiera que se le llame sostiene un fusil. Nos cuenta como apuntar con mayor precisión, y como calibrar una arma. Nos muestra cómo hacerlo con todas y cada una de las armas que hay en el almacén de armamento.

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viernes, 13 de marzo de 2015

Capítulo: 11º : Aeródromo

14:05
El improvisado aeródromo se encuentra ya a unos escasos metros de nosotros. Cada pocos minutos aterrizan aviones y despegan otros pocos. Llegamos hasta una caserna donde hay unas oficinas. Dentro hay gente hablando por teléfono o escribiendo datos en el ordenador. Un oficial nos conduce hasta unas barracas con tela de camuflaje por encima. Entramos en las salas, y unas literas se extienden a lo largo del barracón. La sala esta fría. Me dirijo hacia la última de las literas, y deposito el material.

14:30
El oficial que parece estar al mando de esta zona creo que no se ha dado cuenta de que está pisando territorio anarquista. Aun así debemos obedecerle por nuestro propio bien. No creo que debamos saltar des de un avión sin ni siquiera saber abrir un paracaídas. Llevamos una hora de clase teórica sobre como saltar de un avión. Y la forma de aterrizar sobre el suelo firme sin destrozarnos las piernas. De repente, suena una alarma y las puertas se abren. Se acabó la clase. Según un horario colgado en la puerta de la habitación tenemos dos clases diarias y deporte y clases prácticas por la tarde. Según nos han dicho en clase en un par de semanas deberíamos salir de aquí.

15:30
La comida se sirve en un pabellón cerca de nuestra “habitación” no está muy buena, pero estamos todos hambrientos y la comemos ávidamente. En una hora tendremos actividad física. Di no me equivoco des de aquí cuento unas treinta mesas, con diez personas en cada una. Así que somos unos trescientos.

16:45
Yo y el resto de la unidad llevamos quince minutos corriendo dando vueltas alrededor del aeródromo. El oficial que está al mando del ejercicio nos ha hecho un spoiler de lo que haríamos esta tarde. Nos esperan una larga hora de correr, y una larga hora de manipulación armamentística.

17:30
Hemos parado de correr, el oficial nos ha dado un tiempo de descanso, todos estamos sentados o tumbados en el suelo.  De repente el oficial nos devuelve al barracón.
-¡Tenéis cinco minutos para cambiaros y recoger las armas que tengáis! ¡Formad delante del barracón!- no entiendo por qué todos los militares gritan tanto. ¿Estarán sordos o algo? Bueno. Aun así parecía que tuviesen más autoridad.

17:45
Estamos todos firmes delante del barracón. Delante de nosotros hay una serie de obstáculos.
-Primer pelotón: Sargento Arun. Vaya con su unidad hasta la otra punta del campo de entrenamiento y derribe con la ametralladora los maniquís. Tiene cinco minutos. –
-¡unidad conmigo!-
Empecé a corres hasta la otra punta del campo. Joan iba tras mí con el trípode. Gabriel a la par que Joan con la torreta, Marta salió al sprint hacia el muro. Y lo sorteó usando la cuerda para subir el muro. Joan y Gabriel se ayudaron entre ellos para pasar la ametralladora por encima del muro sin matarse. Martin me tendió la mano al llegar arriba. Al coronar el muro salté de él y me dirigí hacia unos alambres de espino. Debíamos de pasar a rastras por debajo de ellos. Martin se enganchó un par de veces, pero no sufrió daño alguno. Después de este obstáculo quedaba el último que era saltar dentro de una trinchera y montar la torreta. Joan saltó primero, y montó el trípode. Gabriel encajó la torreta con una precisión impresionante. Marta colocó la munición y Gabriel cargó la ametralladora. Apuntó y disparó.
Al acabar la descarga la ametralladora echaba humo. Sacarla de ahí sería peligroso, por eso Gabriel sacó un pañuelo y agarró la ametralladora que quemaba.

18:55
Hemos repetido este ejercicio varias y repetidas veces. Hemos conseguido uno de los mejores tiempos de todas unidades. Ahora tenemos tiempo libre, así que creo que le voy a escribir una carta a Judith. Me tumbo en mi cama cojo una libreta de hojas grandes y empiezo a pensar un posible inicio. De repente suena una sirena, y se sienten pasos rápidos en el exterior. Se oyen disparos de antiaéreo. Recojo el fusil y salgo fuera. En el exterior, hay aviones sobrevolándonos. Los soldados cruzan la pista todo el rato. Los antiaéreos están derribando algún avión. Aun así somos carne de cañón. De algunos aviones se ven saltar paracaídas con cuerpos agarrados a ellos. Me agrupo con mis compañeros. Dibujo la pista con un palo en el suelo. Todavía hay tiempo.
Señalo la parte del sur de la pista.
-Aquí estamos nosotros. Ellos aterrizarán en la otra punta de la pista.- A escasos metros de nosotros hay una barricada hecha de sacos de arena.
-Debéis de llegar a esa barricada y acribillarlos desde allí. Mientras, Martin y Marta, debéis ir a buscar tanta munición como podáis. Con la que tenemos no hay suficiente. Yo me quedaré aquí con vosotros. Si las cosas se tuercen debéis salir de aquí tan rápido como podáis. Yo os cubriré. ¿Entendido?-
Martin y marta salieron disparados hacia los barracones de munición. Los primeros paracaidistas aterrizaron. Apunté con mi fusil hacia ellos y empecé a disparar. Nos semi-convenía atraerlos hacia nosotros. Si no era así se dispersarían por el aeródromo y serían imposibles de cazar.

19:15
Marta y Martin ya han vuelto con munición. Tienen balas y granadas. Han podido tomar prestado un fusil, puesto que marta está desarmada. Los paracaidistas están a unos escasos cien metros de nosotros. Le doy una granada a Joan.

-Hazme mil maravillas con esto.- 


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jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo: 10º : Buenas noches Judith

9:20
Judith sigue sonriendo, apaga el fuego y se me acerca. Me rodea con los brazos y me besa.
-Me diste un susto de muerte, nunca mejor dicho.- Judith sigue mirándome con sus penetrantes ojos.
Vuelve a la cocina y me trae un plato con un huevo frito y una tostada con mantequilla. Me siento y ella se sienta justo frente mí.
-¿Dónde estabas? ¿Dónde fuiste después de la batalla?- Pregunto mientras como mi tostada.
-Estoy harta de vuestro ritmo. Todo el rato esperando un nuevo ataque. Necesito un tiempo de paz. Puede que vuelva con vosotros de aquí a un tiempo, pero no creo que hoy sea el día. Quédate con migo.- Puso cierto aire de perdón en esta última frase.
-Mi sitio no está aquí. Debería volver, no creo que mi cuerpo necesite paz ahora. Barcelona está pasando unos días de guerra. Los sindicatos están preparando milicias para luchar en los pirineos; creo que me alistaré.- Judith sigue sentada, su rosto es ahora inexpresivo. Nunca antes la había visto así. En estos mismos momentos estoy limpiando el pato con una rebanada de pan. Me dirijo hacia el fregadero y limpio mi plato con una esponja.
Judith me dedica una sonrisa pícara.
-Pues si este puede que sea tu último día en la ciudad, voy a darte motivos suficientes para que me recuerdes.- rápidamente salta sobre mí abrazándome y besándome ansiosamente. La llevo a cuestas hasta la habitación y la suelto sobre la cama. Sus ojos se clavan en los míos.

10:45
Me pongo la chaqueta y salgo a la calle. Le he dado un último beso mientras dormía, no creo que la vuelva a ver. Las milicias son un suicidio.

11:05
En casa todo está en orden. Gabriel me saluda al entrar. Martin se apoya en las paredes, según percibo se acaba de despertar de su sueño mortal. Marta sigue todos sus movimientos con atención. Joan está en la terraza revisando una antena. Nada parece haber cambiado. Excepto que ella no está.

11:45
Martin mejora rápidamente, mañana ya estará bien. Todos excepto Anna queremos alistarnos. Anna se quedara en Barcelona. Creo que sabe que Judith vive.

12:00
La vía Layetana está llena de gente. Los coches ya circulan por ella, y los sindicatos han abierto y desplegado mesas para alistarse en los alrededores de los edificios. Los sindicatos ahora parecen ser una tienda de vestidos de camuflaje. Los alistados entran en ella y salen por la puerta trasera ya armados y con uniformes verdes caqui. Nos ponemos en la cola y nos atienden rápidamente. El señor de detrás de la mesa me pasa un formulario y un bolígrafo. Lo relleno con las siguientes respuestas.
Nombre: Arun
Edad: 15 (¡oh dios mío ayer fue mi cumpleaños y no me acordé!)
¿Armado? Si
Tipo de arma: pistolas, fusil y formo parte de un equipo de ametralladora pesada (Gabriel, Martin, Joan, Marta y yo formaríamos una perfecta unidad.)
El señor introduce los datos en un ordenador y me pasa un segundo formulario. Este se debe de complementar dentro del edificio.
Estatura: 1,78m
Peso: 75 kg
Numero de pie: 44
Recojo el material que me dan y me lo pruebo. La camiseta y la chaqueta me van pequeñas. Me dan una talla más y salgo del edificio con mi equipaje ya puesto. Mi chaqueta tiene una insignia en el brazo, teóricamente estoy al mando de mis camaradas de unidad, pero no les voy a pedir nada que yo no vaya a hacer, así que no me sirve de nada. Pongo mi pistola en la cartuchera que me han dado. La calle trasera eta en silencio, todos los uniformados están fumando o charlando, así que como mi cuerpo me lo está pidiendo me lio un cigarro y empiezo a fumar. Des del incidente del cañonazo sin detonar que he empezado a fumar. Joan y el resto de “mi unidad” salen del edificio. Apago el cigarro y me uno a ellos. Hay unos camiones saliendo de la calle. Recogen a los soldados y los llevan hacia un tren, este los llevara hasta su destino final. Subimos el armamento y nuestras escasas pertinencias al camión y nos dejamos llevar por el vehículo.

13:30
El tren pasa entre campos y pueblos sin ni siquiera parar. El trayecto se me está haciendo corto. Estoy jugueteando con mi mechero zippo. Lo abro y hago trucos con él. Judith se acostumbraba a poner histérica cuando jugaba con el fuego, creo que no entendía que no me quemaba. Aun así lo guardé y me dediqué a limpiar y sacarle el brillo a la pistola y el fusil. Mientras me dedicaba a hacer el mantenimiento de este último entró en el vagón un oficial.
-¡Os quiero a todos de pie y listos para salir en cinco minutos!-  Todos nos sobresaltamos, el tren empezó a perder velocidad.

13:35
Las puertas se abrieron, el tren seguía en marcha. El oficial se puso al lado de la puerta.
-Damas y caballeros, se han alistado ustedes a una unidad de paracaidistas. O esta unidad les ha sido asignada. No se cómo habéis llegado hasta aquí, y poco me importa. Pero ahora mismo este  vagón está dando cerca de un campo de entrenamiento. Así que deberéis saltar del tren en marcha y dirigiros con vuestra unidad hasta el campo. Acampar allí y esperar nuevas órdenes. ¿Entendido?- nadie contestó. Me señaló a mí y dijo-Tú primero sargento. ¡Salte!
No lo pensé. Agarré mi mochila mi fusil y la pistola y salté. En un minuto, los veinte soldados de la unidad habían saltado del tren. Por suerte no hubo heridos.

13:45
Estoy junto a los otros cuatro sargentos. Cada uno tiene un grupo de cuatro soldados. Avanzaremos hacia el campo los sargentos primero y luego los soldados. Detrás de mí, Joan sujeta el trípode de la ametralladora, y Gabriel la lleva. La munición la lleva Marta y Martin no lleva nada a parte de su fusil.
En el horizonte se distingue un pequeño e improvisado aeródromo.



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miércoles, 11 de marzo de 2015

Capítulo: 9º : Sábanas

17:15
Llevo media hora buscando a Judith. No aparece por ningún lado. He recorrido ya esta playa cinco veces. Gabriel y el resto están trasladando el cadáver de desconocidos al paseo marítimo para poder identificar a todos y cada uno de los muertos. Gabriel salta des de del muro que separa la ciudad de la playa. Aterriza a escasos metros de mí.
-No la busques más- dice pausadamente. –El combate es traicionero, y a veces los cuerpos desaparecen sin dejar rastro.-
Mis piernas dejan de funcionar, caigo de rodillas sobre la arena seca. Mis ojos ya o pueden parar de llorar. La vista se me nubla, me estiro en la arena, y descanso. Gabriel se pone a mi lado también tumbado. Se me cierran los ojos y descanso.

18:30
Gabriel me despierta. El horizonte esta calmado, esta vez no hay sobresaltos. Me levanto y sigo a Gabriel. El todoterreno está ya en marcha. Joan está al volante, junto a Anna. Marta acaricia el pelo de Martin. Creo que no lo ha superado todavía. Me acerco a ella y subo al coche. Me siento junto a ella y la abrazo. Sus ojos siguen llorando. Martin sigue caliente. ¡Su corazón late! Marta se apoya en el respaldo del sillín.
-¿Sobrevivirá?-le pregunto con una voz casi susurrando.
-no lo creo, pero él es fuerte. Lo conseguirá.-
Martin había sufrido una explosión a medio metro de distancia. No había sufrido heridas de metralla, pero estaba en un estado parecido al coma.

19:00
La casa está en silencio. En la pared de entrada hay un cartel, este, anuncia una fiesta a la victoria. No creo que sea lo más sensato, pero creo que lo único que necesitamos ahora es una fiesta. O eso creo yo. Marta y yo hemos perdido a un ser muy querido cada uno.  Gabriel estaba cansado de combatir, Joan nunca rechazaba una fiesta gratis, Anna nunca se había emborrachado, y yo necesitaba una pausa entre tanto dolor.

19:45
El agua reseguía mi cuerpo, el fluido me limpiaba y a la vez me sacaba las lágrimas de los ojos. Paré el paso del agua y salí. Me sequé y me vestí con ropa limpia. No creo que para salir de fiesta lo más adecuado sean unas botas militares, pero era lo único que no había sido volado por una granada de mano en la playa. El resto me esperaba en el salón. Gabriel decidió quedarse en casa. Era el que menos había sufrido los efectos de la tormenta de fuego en la playa. Así que se quedó a cuidar el cuerpo de Martín. La calle estaba bastante vacía. En el arcén había algún que otro viandante, pero los coches no circulaban por ella. La fiesta estaba a dos manzanas de aquí, así que fuimos a pie.

24:00
La fiesta no estaba mal. No sabía que era una fiesta donde el 90% de la música era ska. Así que no solo me gustó el hecho de que hubiese alcohol, sino también  la música que lo acompañaba. Yo sostenía un vaso con ron. El líquido relucía con las luces del concierto. Había perdido de vista a todos mis compañeros. Marta se había ido a casa, no soportaba el ska. Joan se había ido con una chica que ya conocía. Supongo que no solo a hablar. Así que me acabé el contenido del vaso y fui a bailar. Los pisotones eran abundantes, así que mis botas fueron útiles.

00:45
Siento que una mano tira de mí. La oscuridad me engulle. El concierto suena muy lejos.

01:00
No consigo ver el rostro completo con el cual me beso, pero sus facciones me son conocidas.

09:15

Mi cuerpo está desnudo entre unas sábanas limpias. Encuentro mis calzoncillos sobre una silla. Me levanto de la cama y la cabeza empieza a darme vueltas. Ayer me pasé con el ron. Me pongo los pantalones y me abrocho el cinturón. Recorro un pasillo que huele a huevos y café. En el suelo hay un rastro de sangre seca, recuerdo este lugar. Había venido aquí. La puerta del pasillo está en el suelo. En la cocina hay una chica de espaldas. La  chica percibe mi presencia; se gira. Su pelo corto flota en el aire. Judith sonríe.



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miércoles, 4 de marzo de 2015

Capítulo: 8º : Sangre, Metralla, Sol

15:15
Los cañonazos caían por todas partes. Sobre mi cabeza pasaban miles de trozos de metralla. La arena me empezaba a cubrir. Los cañonazos cesaron. Esta vez ya no debería haber más. Salí del pozo a ayudar a heridos leves. El paisaje era desolador. Martin vino corriendo con un cigarro encendido en la boca. Saqué de la arena un joven, que jadeaba. Su camiseta estaba manchada de sangre. La abrí rápidamente, y examine la herida. No se había infectado todavía. La limpié, y la vendé. Cuando estábamos a punto de levantarlo y subirlo a la calle, se oyó un cañonazo. El proyectil cayó junto a mí sin explotar, le arrebaté el cigarro a Martín sin apartar la mirada del tubo metálico. El humo invadió mis pulmones sin hacerme toser.
-No sabía que fumaras.- Dijo Martín.
-Tranquilo, yo tampoco.

15:30
Mi mirada seguía fijada en el proyectil, Joan había venido a ver la playa y a ayudar. Los cadáveres estaban extendidos en frente de la pared. Fui a mi agujero y agarré la manta. Envolví el explosivo sin accionar el percutor, y lo arrojé al agua. Al tocar fondo explotó refrescándome. Pero nadie resulto herido.

15:45
 Joan de había agenciado algunas granadas, y un par de cartuchos de dinamita. Una caja de botellas de vodka y un chaleco antibalas. Marta y Judith estaban sentadas charlando sobre su vida anterior. Joan empezó a envolver las granadas con cinta americana i un cartucho de dinamita. El paquete tenía la medida de una pelota de básquet. Anna ayudaba a Joan destapando las botellas de vodka e insiriendo telas mojadas en el alcohol. Las barcazas se estaban acercando a la playa a una velocidad extremadamente rápida. Joan acabó el preparado de los explosivos, y se escondió. Martín empezó a llamar a la gente y a pedirles que por su salud y la de todos apagase el cigarro y se sentase en su respectivo pozo.

16:15
La barcaza se encontraba a unos doce metros de nosotros. Iban en grupos de dos barcas y dentro de cada una había unos doce soldados. Joan esperó el momento perfecto. Encendió la mecha de uno de los paquetes y lo lanzó con fuerza sobre la barcaza más lejana. Sin esperar ni un segundo, encendió el segundo paquete, y lo lanzó a la que estaba más cerca de nosotros. Al pasar dos segundos después del último lanzamiento levantó los brazos como di dirigiese una orquesta, y señalo la primera barca, la cual voló por los aires, y al señalar la segunda embarcación,  esta voló en mil pedazos. Joan volvió a su escondite que compartía con Anna. Nosotros nos acabábamos de cargar dos navíos, pero mucho más lejos, a unos veinte metros de nosotros había otras dos barcas. Estas dos, al oír la explosión cambiaron su rumbo y vinieron a nuestro encuentro. Entonces agarré una de las botellas de vodka que tenía alrededor, y eché un trago, inserí otra vez el trapo, la encendí y la arrojé. Judith, Anna, Marta y Joan imitaron exceptuando el primer paso. Y en menos de diez segundos las barcas ardieron.

16:20
Corrí por las rocas, el suelo parecía abrupto, pero mis pies sorteaban todo tipo de obstáculo con una habilidad grácil. En la playa habían empezado a desembarcar los primeros soldados. Todos ellos disparaban a lo primero que encontraban. La playa estaba ya casi sin defensores cuando como caído del cielo apareció un todoterreno conducido temerariamente por un civil con una metralleta montada en la ranchera, la ametralladora escupía balas a toda máquina. Gabriel estaba de pie conduciendo el rumbo de las balas. Una de las barcas quedó completamente vacía. Entré en ella después de derribar a un soldado de un culatazo en la cara. La barcaza tenía unos controles muy simples, subí en ella, y la arranqué. Después de la primera oleada vendría una segunda, y la playa ya había sido despejada, solo quedaban algunos reductos  en la orilla, que caían bajo el fuego de Gabriel. Mi transporte era muy rápido, esperaba que su rapidez y resistencia fueran proporcionales. La iba a necesitar. Todavía tenía una granada y un cóctel molotov hecho con vodka. Me acerqué al grupo de barcas más cercano que tenía. Arrojé la granada, esperé a que le artefacto explotara, para lanzar el coctel molotov a la segunda barca. La última estalló en llamas. Salté de mi barcaza para subir a la que había sido vaciada por mi granada. Esta, se encontraba plagada de cadáveres. Con mi fusil le propiné un culatazo a un soldado que agonizaba. Volví a la playa. El resto de barcas me seguían. Las balas disparadas por sus soldados pasaban por encima de mi cabeza.

16:45
La radio de mi barca sonó.
-A todas las unidades. Paren el desembarco. Repito. Paren el desembarco.-

Una lágrima brotó de mi ojo. Resbaló por mi mejilla y cayó al suelo.  Llegué a la playa. Martín estaba estirado en el suelo, inmóvil, Marta lo agitaba con fuerza y le golpeaba el pecho. Abandonó todas sus fuerzas y se puso a llorar junto a su cadáver. Yo nunca pensé que fuesen más que amigos, pero ahora que lo pensaba ya los había visto en  el instituto ruborizados, despeinados y  con pintalabios en el cuello. Anna estaba hablando con Gabriel y Joan. La playa se convirtió en un paraíso de sangre metralla y sol.


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Capítulo:7º : Desargas

12:15
Joan estaba pálido y tiritando. Gabriel sacó una bolsita con unas hierbas verdes dentro. Sacó papel de fumar y lió un porro. Lo encendió  y se lo acercó a Joan. Joan tragó el humo con fuerza. Dos segundos después se desplomó. Mientras, Judith observaba con detalle desde el espigón. Sus prismáticos relucían al sol. Al oír mis pasos se giró y me miró resiguiendo con su mirada cada centímetro de mi cuerpo.
-¿Que le ha pasado a Joan?- dijo con extremada tranquilidad.
-Nada, Gabriel ha usado marihuana como si fuese cloroformo.-
Dibujó una leve sonrisa y me informó  de lo que había pasado mientras estábamos durmiendo a Joan.
-Por lo visto, el ejército tiene intención de desembarcar en esta misma playa.-
-Pues estamos apañados.-
-Deberíamos avisar a los sindicatos. ¿No?-
-Hmmm. Ok ya voy yo.-
La Via Layetana estaba en plena ebullición. Los sindicatos estaban abiertos, todo el mundo entraba y salía de ellos. Entré en el primer edificio. Había una secretaria de unos treinta años despachando a los visitantes. Me preguntó el motivo de mi visita
-Hay dos barcos del ejército a un par de kilómetros de la playa. ¿Debería preocuparme?-
Me miró fijamente. Sus ojos grises se me clavaban en la retina. Agarró el teléfono y pulsó un botón. Habló rápidamente, y me dijo que subiera a la tercera planta. El ascensor estaba lleno, así que subí hasta la tercera planta a pie. Mis piernas subían ágilmente cada peldaño de la escalera. Le expliqué la situación al hombre vestido con traje que estaba sentado en el único despacho de la planta. El resto parecían salas para reuniones. Sacó unos prismáticos y observó durante un largo y silencioso tiempo.  Luego se giró y apretó un pulsador. Hizo el siguiente comunicado, que sonó por todas las radios en funcionamiento de la ciudad.
-Atención a toda la población armada de la ciudad. Todo hombre, mujer o niño que pueda sostener un fusil, que se presente en la playa. Hay una amenaza de desembarco.

13:00
Volví a la playa. Joan estaba riendo solo en la arena, mientras hacía ángeles de nieve en la arenisca. Judith había oído el mensaje y se encontraba de pie junto a un grupo de obreros sentados en círculo. Todos hablaban a la vez. Estaban haciendo una asamblea para decidir cómo defender la playa. Gabriel se había levantado y agarraba  con fuerza a Joan. Lo acercó a la orilla y lo arrojó al mar. Joan soltó un grito de sorpresa y salió completamente mojado del agua. Ya no parecía estar tan contento, y se le habían pasado por completo los efectos de la droga.

13:30
Estábamos cavando pozos y trincheras en la arena, los ciudadanos de Barcelona se habían unido a la llamada. Cavaban un pozo y se atrincheraban tan bien como podían.  Judith estaba ayudando a Joan poniendo sobre la arena su ropa mojada. Gabriel le pidió a un obrero que lo llevase a nuestra guarida a buscar alguna que otra munición. El todo terreno con ranchera se alejó de nosotros a un ritmo acelerado. Mi pozo ya estaba acabado. Dejé el fusil en un lateral, y me ordené la mochila. Tenía unas veinte balas, un par de cuchillos, un martillo y una llave inglesa. En el fondo de la mochila una manta, que me puse para que el sol no me dañase, pero esta fue expulsada por mi brazo al crear un efecto de calentamiento dentro del pozo. La playa estaba llena de agujeros hasta donde llegaba mi vista. Marta, Martín y Anna estaban en el espigón, se habían atrincherado entre las rocas.

14:45
Estaba toda la playa en silencio, la gente fumaba o se ataba las botas. Se distinguían unas barcazas alrededor de los navíos. Entonces se desató el infierno. Sonaron unas explosiones, y en unas milésimas de segundo los proyectiles llegaron a la playa. Y todo se sumió en el caos.

14:50
Después de cinco minutos de interminables descargas, la gente salió de sus agujeros. Había gente gritando por dolor, otros por compañeros caídos. La gente correteaba por la playa. Los mutilados salían de los agujeros, y se convertían en blancos todavía más fáciles. Miré el espigón, Joan sacaba la cabeza con sus prismáticos, y al ver que yo también lo miraba, empezó a hacer señales morse con su linterna.
-Diles que vuelvan a los pozos o morirán todos.-
Asentí
El pozo de Gabriel estaba vacío. El corazón me dio un vuelco. Justo después me di cuenta de que se había ido. A buscar cosas. Me levanté y grité tan fuerte como pude:
-¡Volved a los pozos! ¡Volverán a descargar otra batería, Si estáis fuera moriréis!-
La gente de mi alrededor me hizo caso. Algo bueno que tiene la anarquía es que puede que no debas hacer caso a nadie, pero obedeces a las acciones lógicas. Y este caso, aún que no me gustara, era lo más cierto y de lo que más seguro estaba de ello.
Judith había decidido ir con Joan, Martín y Marta en el espigón.

15:05

La segunda descarga cayó…





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