12:15
Joan estaba pálido y tiritando.
Gabriel sacó una bolsita con unas hierbas verdes dentro. Sacó papel de fumar y
lió un porro. Lo encendió y se lo acercó
a Joan. Joan tragó el humo con fuerza. Dos segundos después se desplomó. Mientras,
Judith observaba con detalle desde el espigón. Sus prismáticos relucían al sol.
Al oír mis pasos se giró y me miró resiguiendo con su mirada cada centímetro de
mi cuerpo.
-¿Que le ha pasado a Joan?- dijo
con extremada tranquilidad.
-Nada, Gabriel ha usado marihuana
como si fuese cloroformo.-
Dibujó una leve sonrisa y me informó
de lo que había pasado mientras estábamos
durmiendo a Joan.
-Por lo visto, el ejército tiene
intención de desembarcar en esta misma playa.-
-Pues estamos apañados.-
-Deberíamos avisar a los
sindicatos. ¿No?-
-Hmmm. Ok ya voy yo.-
La Via Layetana estaba en plena
ebullición. Los sindicatos estaban abiertos, todo el mundo entraba y salía de
ellos. Entré en el primer edificio. Había una secretaria de unos treinta años
despachando a los visitantes. Me preguntó el motivo de mi visita
-Hay dos barcos del ejército a un
par de kilómetros de la playa. ¿Debería preocuparme?-
Me miró fijamente. Sus ojos
grises se me clavaban en la retina. Agarró el teléfono y pulsó un botón. Habló rápidamente,
y me dijo que subiera a la tercera planta. El ascensor estaba lleno, así que
subí hasta la tercera planta a pie. Mis piernas subían ágilmente cada peldaño
de la escalera. Le expliqué la situación al hombre vestido con traje que estaba
sentado en el único despacho de la planta. El resto parecían salas para reuniones.
Sacó unos prismáticos y observó durante un largo y silencioso tiempo. Luego se giró y apretó un pulsador. Hizo el siguiente
comunicado, que sonó por todas las radios en funcionamiento de la ciudad.
-Atención a toda la población armada
de la ciudad. Todo hombre, mujer o niño que pueda sostener un fusil, que se
presente en la playa. Hay una amenaza de desembarco.
13:00
Volví a la playa. Joan estaba
riendo solo en la arena, mientras hacía ángeles de nieve en la arenisca. Judith
había oído el mensaje y se encontraba de pie junto a un grupo de obreros
sentados en círculo. Todos hablaban a la vez. Estaban haciendo una asamblea para
decidir cómo defender la playa. Gabriel se había levantado y agarraba con fuerza a Joan. Lo acercó a la orilla y lo
arrojó al mar. Joan soltó un grito de sorpresa y salió completamente mojado del
agua. Ya no parecía estar tan contento, y se le habían pasado por completo los
efectos de la droga.
13:30
Estábamos cavando pozos y
trincheras en la arena, los ciudadanos de Barcelona se habían unido a la
llamada. Cavaban un pozo y se atrincheraban tan bien como podían. Judith estaba ayudando a Joan poniendo sobre
la arena su ropa mojada. Gabriel le pidió a un obrero que lo llevase a nuestra
guarida a buscar alguna que otra munición. El todo terreno con ranchera se alejó
de nosotros a un ritmo acelerado. Mi pozo ya estaba acabado. Dejé el fusil en
un lateral, y me ordené la mochila. Tenía unas veinte balas, un par de
cuchillos, un martillo y una llave inglesa. En el fondo de la mochila una
manta, que me puse para que el sol no me dañase, pero esta fue expulsada por mi
brazo al crear un efecto de calentamiento dentro del pozo. La playa estaba
llena de agujeros hasta donde llegaba mi vista. Marta, Martín y Anna estaban en
el espigón, se habían atrincherado entre las rocas.
14:45
Estaba toda la playa en silencio,
la gente fumaba o se ataba las botas. Se distinguían unas barcazas alrededor de
los navíos. Entonces se desató el infierno. Sonaron unas explosiones, y en unas
milésimas de segundo los proyectiles llegaron a la playa. Y todo se sumió en el
caos.
14:50
Después de cinco minutos de
interminables descargas, la gente salió de sus agujeros. Había gente gritando
por dolor, otros por compañeros caídos. La gente correteaba por la playa. Los mutilados
salían de los agujeros, y se convertían en blancos todavía más fáciles. Miré el
espigón, Joan sacaba la cabeza con sus prismáticos, y al ver que yo también lo
miraba, empezó a hacer señales morse con su linterna.
-Diles que vuelvan a los pozos o morirán
todos.-
Asentí
El pozo de Gabriel estaba vacío. El
corazón me dio un vuelco. Justo después me di cuenta de que se había ido. A buscar
cosas. Me levanté y grité tan fuerte como pude:
-¡Volved a los pozos! ¡Volverán a
descargar otra batería, Si estáis fuera moriréis!-
La gente de mi alrededor me hizo
caso. Algo bueno que tiene la anarquía es que puede que no debas hacer caso a
nadie, pero obedeces a las acciones lógicas. Y este caso, aún que no me
gustara, era lo más cierto y de lo que más seguro estaba de ello.
Judith había decidido ir con Joan,
Martín y Marta en el espigón.
15:05
La segunda descarga cayó…
¿Que os parece? En breves subiré otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario