miércoles, 4 de marzo de 2015

Capítulo:7º : Desargas

12:15
Joan estaba pálido y tiritando. Gabriel sacó una bolsita con unas hierbas verdes dentro. Sacó papel de fumar y lió un porro. Lo encendió  y se lo acercó a Joan. Joan tragó el humo con fuerza. Dos segundos después se desplomó. Mientras, Judith observaba con detalle desde el espigón. Sus prismáticos relucían al sol. Al oír mis pasos se giró y me miró resiguiendo con su mirada cada centímetro de mi cuerpo.
-¿Que le ha pasado a Joan?- dijo con extremada tranquilidad.
-Nada, Gabriel ha usado marihuana como si fuese cloroformo.-
Dibujó una leve sonrisa y me informó  de lo que había pasado mientras estábamos durmiendo a Joan.
-Por lo visto, el ejército tiene intención de desembarcar en esta misma playa.-
-Pues estamos apañados.-
-Deberíamos avisar a los sindicatos. ¿No?-
-Hmmm. Ok ya voy yo.-
La Via Layetana estaba en plena ebullición. Los sindicatos estaban abiertos, todo el mundo entraba y salía de ellos. Entré en el primer edificio. Había una secretaria de unos treinta años despachando a los visitantes. Me preguntó el motivo de mi visita
-Hay dos barcos del ejército a un par de kilómetros de la playa. ¿Debería preocuparme?-
Me miró fijamente. Sus ojos grises se me clavaban en la retina. Agarró el teléfono y pulsó un botón. Habló rápidamente, y me dijo que subiera a la tercera planta. El ascensor estaba lleno, así que subí hasta la tercera planta a pie. Mis piernas subían ágilmente cada peldaño de la escalera. Le expliqué la situación al hombre vestido con traje que estaba sentado en el único despacho de la planta. El resto parecían salas para reuniones. Sacó unos prismáticos y observó durante un largo y silencioso tiempo.  Luego se giró y apretó un pulsador. Hizo el siguiente comunicado, que sonó por todas las radios en funcionamiento de la ciudad.
-Atención a toda la población armada de la ciudad. Todo hombre, mujer o niño que pueda sostener un fusil, que se presente en la playa. Hay una amenaza de desembarco.

13:00
Volví a la playa. Joan estaba riendo solo en la arena, mientras hacía ángeles de nieve en la arenisca. Judith había oído el mensaje y se encontraba de pie junto a un grupo de obreros sentados en círculo. Todos hablaban a la vez. Estaban haciendo una asamblea para decidir cómo defender la playa. Gabriel se había levantado y agarraba  con fuerza a Joan. Lo acercó a la orilla y lo arrojó al mar. Joan soltó un grito de sorpresa y salió completamente mojado del agua. Ya no parecía estar tan contento, y se le habían pasado por completo los efectos de la droga.

13:30
Estábamos cavando pozos y trincheras en la arena, los ciudadanos de Barcelona se habían unido a la llamada. Cavaban un pozo y se atrincheraban tan bien como podían.  Judith estaba ayudando a Joan poniendo sobre la arena su ropa mojada. Gabriel le pidió a un obrero que lo llevase a nuestra guarida a buscar alguna que otra munición. El todo terreno con ranchera se alejó de nosotros a un ritmo acelerado. Mi pozo ya estaba acabado. Dejé el fusil en un lateral, y me ordené la mochila. Tenía unas veinte balas, un par de cuchillos, un martillo y una llave inglesa. En el fondo de la mochila una manta, que me puse para que el sol no me dañase, pero esta fue expulsada por mi brazo al crear un efecto de calentamiento dentro del pozo. La playa estaba llena de agujeros hasta donde llegaba mi vista. Marta, Martín y Anna estaban en el espigón, se habían atrincherado entre las rocas.

14:45
Estaba toda la playa en silencio, la gente fumaba o se ataba las botas. Se distinguían unas barcazas alrededor de los navíos. Entonces se desató el infierno. Sonaron unas explosiones, y en unas milésimas de segundo los proyectiles llegaron a la playa. Y todo se sumió en el caos.

14:50
Después de cinco minutos de interminables descargas, la gente salió de sus agujeros. Había gente gritando por dolor, otros por compañeros caídos. La gente correteaba por la playa. Los mutilados salían de los agujeros, y se convertían en blancos todavía más fáciles. Miré el espigón, Joan sacaba la cabeza con sus prismáticos, y al ver que yo también lo miraba, empezó a hacer señales morse con su linterna.
-Diles que vuelvan a los pozos o morirán todos.-
Asentí
El pozo de Gabriel estaba vacío. El corazón me dio un vuelco. Justo después me di cuenta de que se había ido. A buscar cosas. Me levanté y grité tan fuerte como pude:
-¡Volved a los pozos! ¡Volverán a descargar otra batería, Si estáis fuera moriréis!-
La gente de mi alrededor me hizo caso. Algo bueno que tiene la anarquía es que puede que no debas hacer caso a nadie, pero obedeces a las acciones lógicas. Y este caso, aún que no me gustara, era lo más cierto y de lo que más seguro estaba de ello.
Judith había decidido ir con Joan, Martín y Marta en el espigón.

15:05

La segunda descarga cayó…





¿Que os parece? En breves subiré otra.

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