miércoles, 4 de marzo de 2015

Capítulo: 8º : Sangre, Metralla, Sol

15:15
Los cañonazos caían por todas partes. Sobre mi cabeza pasaban miles de trozos de metralla. La arena me empezaba a cubrir. Los cañonazos cesaron. Esta vez ya no debería haber más. Salí del pozo a ayudar a heridos leves. El paisaje era desolador. Martin vino corriendo con un cigarro encendido en la boca. Saqué de la arena un joven, que jadeaba. Su camiseta estaba manchada de sangre. La abrí rápidamente, y examine la herida. No se había infectado todavía. La limpié, y la vendé. Cuando estábamos a punto de levantarlo y subirlo a la calle, se oyó un cañonazo. El proyectil cayó junto a mí sin explotar, le arrebaté el cigarro a Martín sin apartar la mirada del tubo metálico. El humo invadió mis pulmones sin hacerme toser.
-No sabía que fumaras.- Dijo Martín.
-Tranquilo, yo tampoco.

15:30
Mi mirada seguía fijada en el proyectil, Joan había venido a ver la playa y a ayudar. Los cadáveres estaban extendidos en frente de la pared. Fui a mi agujero y agarré la manta. Envolví el explosivo sin accionar el percutor, y lo arrojé al agua. Al tocar fondo explotó refrescándome. Pero nadie resulto herido.

15:45
 Joan de había agenciado algunas granadas, y un par de cartuchos de dinamita. Una caja de botellas de vodka y un chaleco antibalas. Marta y Judith estaban sentadas charlando sobre su vida anterior. Joan empezó a envolver las granadas con cinta americana i un cartucho de dinamita. El paquete tenía la medida de una pelota de básquet. Anna ayudaba a Joan destapando las botellas de vodka e insiriendo telas mojadas en el alcohol. Las barcazas se estaban acercando a la playa a una velocidad extremadamente rápida. Joan acabó el preparado de los explosivos, y se escondió. Martín empezó a llamar a la gente y a pedirles que por su salud y la de todos apagase el cigarro y se sentase en su respectivo pozo.

16:15
La barcaza se encontraba a unos doce metros de nosotros. Iban en grupos de dos barcas y dentro de cada una había unos doce soldados. Joan esperó el momento perfecto. Encendió la mecha de uno de los paquetes y lo lanzó con fuerza sobre la barcaza más lejana. Sin esperar ni un segundo, encendió el segundo paquete, y lo lanzó a la que estaba más cerca de nosotros. Al pasar dos segundos después del último lanzamiento levantó los brazos como di dirigiese una orquesta, y señalo la primera barca, la cual voló por los aires, y al señalar la segunda embarcación,  esta voló en mil pedazos. Joan volvió a su escondite que compartía con Anna. Nosotros nos acabábamos de cargar dos navíos, pero mucho más lejos, a unos veinte metros de nosotros había otras dos barcas. Estas dos, al oír la explosión cambiaron su rumbo y vinieron a nuestro encuentro. Entonces agarré una de las botellas de vodka que tenía alrededor, y eché un trago, inserí otra vez el trapo, la encendí y la arrojé. Judith, Anna, Marta y Joan imitaron exceptuando el primer paso. Y en menos de diez segundos las barcas ardieron.

16:20
Corrí por las rocas, el suelo parecía abrupto, pero mis pies sorteaban todo tipo de obstáculo con una habilidad grácil. En la playa habían empezado a desembarcar los primeros soldados. Todos ellos disparaban a lo primero que encontraban. La playa estaba ya casi sin defensores cuando como caído del cielo apareció un todoterreno conducido temerariamente por un civil con una metralleta montada en la ranchera, la ametralladora escupía balas a toda máquina. Gabriel estaba de pie conduciendo el rumbo de las balas. Una de las barcas quedó completamente vacía. Entré en ella después de derribar a un soldado de un culatazo en la cara. La barcaza tenía unos controles muy simples, subí en ella, y la arranqué. Después de la primera oleada vendría una segunda, y la playa ya había sido despejada, solo quedaban algunos reductos  en la orilla, que caían bajo el fuego de Gabriel. Mi transporte era muy rápido, esperaba que su rapidez y resistencia fueran proporcionales. La iba a necesitar. Todavía tenía una granada y un cóctel molotov hecho con vodka. Me acerqué al grupo de barcas más cercano que tenía. Arrojé la granada, esperé a que le artefacto explotara, para lanzar el coctel molotov a la segunda barca. La última estalló en llamas. Salté de mi barcaza para subir a la que había sido vaciada por mi granada. Esta, se encontraba plagada de cadáveres. Con mi fusil le propiné un culatazo a un soldado que agonizaba. Volví a la playa. El resto de barcas me seguían. Las balas disparadas por sus soldados pasaban por encima de mi cabeza.

16:45
La radio de mi barca sonó.
-A todas las unidades. Paren el desembarco. Repito. Paren el desembarco.-

Una lágrima brotó de mi ojo. Resbaló por mi mejilla y cayó al suelo.  Llegué a la playa. Martín estaba estirado en el suelo, inmóvil, Marta lo agitaba con fuerza y le golpeaba el pecho. Abandonó todas sus fuerzas y se puso a llorar junto a su cadáver. Yo nunca pensé que fuesen más que amigos, pero ahora que lo pensaba ya los había visto en  el instituto ruborizados, despeinados y  con pintalabios en el cuello. Anna estaba hablando con Gabriel y Joan. La playa se convirtió en un paraíso de sangre metralla y sol.


¿Que os parece? Comentad pls.

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